sábado, 3 de octubre de 2009

Casi sin querer

Volví con todas las ganas de escribir, con entusiastas propósitos de postear más seguido, y tres o cuatro cosas que contar. Había que elegir entre el pasquín del colegio, la filosofía de la vida es una mierda y es bella al mismo tiempo (esquivando paradojas retóricas, eso sí), las cotidianas traiciones a uno mismo, y el revés del silencio, pero casi sin querer terminé releyendo a Vallejo:
“Porque en todas las tardes de esta vida,
yo no sé con qué puertas dan a un rostro,
y algo ajeno se toma el alma mía.“
Entonces no hubo lugar para otra cosa que la poesía. Hurgué en mi archivo (hace 10 años que no escribo poesía) y decidí tomar casi al azar tres poemas. Las otras palabras tendrán que esperar.

Otro
Es otro el que se alumbra en esa vela en el desván.
Es otro el que refleja su sombra en aguas turbias,
y sonríe.
Es otro el que encadena las palabras
y las dice
con la pasión de un vendedor de sueños
o la resignación de un ciego frente al mar.
Es otro,
y sin embargo
no encuentro mi pedazo de verdad,
no encuentro una razón para negarlo.
Sólo me queda esta inútil venganza,
este lento regreso a otro pueblo
donde alguien confunda mi nombre.

Frente al espejo
Escucho una risa que parece nacer en mi garganta
y recuerdo entonces al viejo Anselmo
en días nublados,
hablándome de la magia triste,
de los milagros sin testigos.
Caen hojas de árboles que no veo
y se escuchan otra vez el llanto y la risa
de las golondrinas que decidieron no volver.
A pesar de las horas en blanco,
las cortinas cerradas
y el misterio de la risa,
todo comienza a parecerse a las palabras.

Desierto
Si pudiera hablar
te diría que esta no es la tierra prometida.
Si pudieras escuchar
caerías de rodillas en la arena.
Y ya nada podría separarnos.