sábado, 9 de abril de 2016

Apocalipsis now

Mucha gente está anunciando por redes sociales su preferencia electoral para las elecciones de mañana, algunos usando argumentos no más razonables que hacerlo basándose en el horóscopo, el santoral, o las profecías de Nostradamus. Bueno, aquí va mi opinión. Aclaro que me enfoco en lo inmediato, la primera vuelta, y en los tres candidatos con opciones de pasar a la segunda vuelta junto con Keiko Fujimori: Verónika Mendoza, Pedro Pablo Kuczynski y Alfredo Barnechea. Para la segunda vuelta tengo claro que votaré por quien no lleve el apellido del dictador corrupto que destruyó institucionalmente al país, pero ya habrá oportunidad de hablar de ello más adelante.


La historia electoral del Perú, nos dicen los analistas políticos, está llena de incoherencias entre el plan de gobierno del ganador y lo que realmente hizo durante su gobierno. Ese divorcio entre lo prometido y lo cumplido dejan al elector con menos elementos de juicio de los deseables, pero así estamos, esto no es Suecia. ¿Qué queda? Guiarse por las personas y las ideas de fondo, los valores y asuntos fundamentales. Las personas hacen la diferencia. Un gobernante corrupto -al margen de sus ideas- es lo peor que le puede pasar a un país. Su corrupción va pudriendo todo poco a poco y al final el proyecto de país es reemplazado por proyectos personales o empresariales. Con la amenaza real de que el Perú se convierta en otro narco-estado, la integridad moral de los gobernantes se vuelve más necesaria todavía. Por otro lado, un asunto clave es combatir la desigualdad. Los promedios son mentirosos. Si el promedio de ingreso de tu barrio es 500 y llega un vecino que gana 10000,  es cierto que el promedio de  ingreso de tu barrio se ha multiplicado, pero tu calidad de vida es la misma, o peor, porque no será muy grato ver tanta riqueza comparada con tus carencias. Esto es algo que muchos no entienden, pero como los medios están dominados por los favorecidos de siempre, el dogma (equivocado) de que lo único importante es el crecimiento económico (y la inversión que lo genera) no se cuestiona. El bienestar de un país se expresa mejor por el índice de desigualdad que por el promedio de ingreso per cápita. La desigualdad legitimó el discurso inicial y permitió el crecimiento de ese monstruo llamado Sendero Luminoso. Entonces, en primera vuelta...   


No votaré por PPK. Me parece una persona capaz, aunque algo menoscabada a sus 77 años. El problema es que su capacidad a menudo se ha dirigido a favorecer a los ya favorecidos, lo que lo define como un hombre de derecha. A lo largo de distintos gobiernos con los que ha colaborado, PPK ha sido muy eficiente en generar contratos o beneficios para grandes empresas, en detrimento del estado de turno o de la competencia justa. Es el candidato de “El Comercio”, y eso ya es bastante decir en cuanto a quiénes beneficiará su hipotético gobierno. También me desmotiva a votar por PPK el recordar el mitin de cierre de campaña de Keiko Fujimori en la elección anterior (2011), y verlo a él preguntando a la multitud “¿Quién acabó con el terrorismo?, ¿quién acabó con la hiperinflación? Yo no olvido y ustedes tampoco […] Tenemos que tener esperanza en un Perú mejor, que en 5 años sea un país más próspero y menos pobre, queremos una economía estable. Y Keiko sí puede.” Esta alabanza al padre de la candidata (aparte de no ser cierto que Fujimori acabó con “el terrorismo”) me hace pensar que sus convicciones democráticas tienen límites.


No votaré por Barnechea, pero sería mi segunda opción. Comparto en buena medida su visión de la realidad peruana y lo que hay que hacer para mejorarla. No lo veo comprometido con el poder empresarial y me parece un tipo honesto, culto e instruido. Está a la cabeza de un viejo partido de centro que nos dio dos presidentes relativamente buenos y que apenas ha logrado sobrevivir al descalabro institucional que generó el tsunami Fujimori. Pero veo su candidatura algo improvisada (el plan de gobierno se hizo a última hora) y a él mismo lo veo poco comprometido con la tarea, pareciera que lo hubieran obligado a ser candidato (me recuerda a los presidentes de asociaciones de padres de familia). El problema es que ser presidente en un país muy presidencialista desgasta muchísimo, hay que dar peleas en muchos frentes, y si no estás con toda tu energía...mala señal.


Votaré por Verónika Mendoza (y viajaré 450 km para hacerlo, de La Serena a Valparaíso). Es una persona honesta, instruida, genuinamente integrada a las distintas realidades del país, con mucha energía, y con una sensibilidad de izquierda. Es decir, está más preocupada por la desigualdad social que por los grandes negocios (los que inevitablemente benefician a unos pocos). Está a la cabeza de un conglomerado donde conviven la vieja izquierda de siempre, los intelectuales progresistas, y los nuevos movimientos sociales surgidos en defensa de la gente y el medio ambiente contra los abusos de la explotación minera (por razones que no entiendo, las mineras han elegido hacer las cosas mal, pudiendo hacerlas bien). Destaca este partido por su pensamiento moderno, evolucionado, respecto a los derechos de las minorías sexuales y al fin de los privilegios de una de las iglesias en un país oficialmente laico. En su equipo de gobierno hay gente capaz, pero por ahí pasan mis principales dudas, si acaso será un gobierno honesto, con una retórica convincente, pero poco eficiente en los hechos, como fue el de la alcaldesa de Lima. Espero que sepa corregir el rumbo si es necesario, como supo salirse tempranamente del partido de Humala cuando se dio cuenta de que “la gran transformación” que anunciaba Ollanta no era más que la transformación del patrimonio de su familia.


Dan ganas de votar por Mendoza y el Frente Amplio (FA) solamente en reacción a la campaña sucia, plagada de mentiras, que los medios han hecho contra ella en las últimas semanas (sólo falta que la acusen de causar la explosión de Chernobyl) y que mucha gente repite sin pensar. Me tomaría demasiado espacio comentarlo todo (la ignorancia es infinita) pero algo intentaré:


Hablan de que llega el comunismo. Quien dice eso o no sabe lo que es el comunismo o no ha leído el programa del FA. Ser de izquierda no significa ser comunista (así como ser de derecha no significa ser neonazi, y ser imbécil no significa ser Donald Trump). Vamos muchachos, lean un poquito, el conocimiento no duele. El proyecto del FA está más cerca de la socialdemocracia sueca, que trajo prosperidad con equidad a su sociedad haciendo un pacto social con el empresariado, que del socialismo venezolano, un engendro corrupto, autocrático e inútil que ha traído desgracia a su sociedad. Los economistas que están en su equipo son personas con peso académico y experiencia, de ninguna manera van a lanzar al país a una aventura suicida. Tendrán que lidiar con el inevitable boicot interno empresarial a todo gobierno progresista, pero ahí entrará en juego la muñeca política para no pelearse del todo con ellos pero tampoco ponerse a sus órdenes, como Humala. Les vienen tiempos difíciles, por el frenazo chino, pero hay esperanza. A propósito, es risible que se hable de no detener el crecimiento, o ver a Toledo o García colgarse las medallas del crecimiento económico reciente, cuando todo era causado por la locomotora china comprando metales, y ahora que se detuvo, todos los gobiernos son impopulares.


Repiten y repiten que el Perú será Venezuela, como si fuera la única posibilidad de un gobierno de izquierda. Yo confío en que el gobierno del FA no sea como en Brasil, donde los gobiernos del PT (también anunciados como el apocalipsis comunista) se entregaron a la corrupción (pero al menos se redujo mucho la desigualdad), o como Chile, donde los gobiernos de la Concertación (también anunciados como el apocalipsis comunista) se han vendido o alquilado al empresariado local a costa de los bolsillos de la gente, y la elevada desigualdad no ha disminuido un ápice. Otro mundo es posible. Se puede tener un gobierno de izquierda en el que las cuentas del país estén en orden, y crecer moderadamente, y al mismo tiempo tener un estado fuerte y regulador que garantice muchos derechos sociales a la población, en plena libertad, con menos racismo (el Perú está muy atrasado en extirparlo) y más respeto a los derechos de las minorías, y reduciendo la brecha entre pobres y ricos. Ese país existe, se llama Uruguay, encabeza casi todos los ránkings de calidad de vida en Sudamérica, y tuvo hace poco al presidente más honesto y solidario que se recuerde, el ex-guerrillero Pepe Mujica. Curiosamente, el Frente Amplio, el partido de Mujica y Tabaré Vázquez, ha ganado las últimas tres elecciones presidenciales. Parece que la gente le agarra el gusto al apocalipsis.