jueves, 20 de diciembre de 2018

Adiós rodando


No, no es que este blog haya resucitado. Sigue tan muerto como el primer día. Pero no quería que quedara como último post aquél de La Serena en la Edad Media. Tal vez es demasiado bilioso para ser la carta de despedida, la última fachada que verán los vecinos en esa veja casa cerrada por derribo. Así que, sin mayor preámbulo, como el sexo adolescente con las profesionales del amor, paso a dejar este palimpsesto apurado.
Al final, como siempre, los griegos tenían razón: el principal problema a resolver es el del ser. Lo podemos hacer complejo como el viejo y querido Parménides (“el ser no puede no ser”, como aperitivo), pero también lo podemos hacer sencillo. El problema es que la gente no es, así como suena (su silencio existencial). Y para disimular ese vacío con cáscara, para tapar ese pozo infinito, recurren a la tribu. ¿Para qué? Para abrazar y repetir las ideas, pareceres, gestos, filias, fobias y alaridos de otros, en ausencia de los propios. Es como el nacionalismo que explicaba el sabio Schopenhauer (el trade-off entre las razones para sentirse orgullosos de su país y las razones para sentirse orgullosos de sí mismos) pero a una escala menor. Algunos no quieren, otros no pueden, otros ni llegan a enterarse de que no pueden, pero el hecho contundente es que no son, no hay pensamiento propio, no hay personalidad individual. Son copias de copias. Hay tribus inofensivas, como los runners o los clubs de fans de Elvis o Juan Gabriel, o los usuarios de Mac, o los veganos (hmm, pueden no ser inofensivos para su salud, con el cerebro pidiendo B12 y esas cosas, pero dejémoslos tranquilos, porque nos toca más carne en las parrilladas). Podemos sumar a filatélicos y numismáticos, o –pasando ya al siglo 21– a los fanáticos de Fortnite o de personajes de Marvel. Luego están las tribus mixtas, anfóteras, con coexistencia de distintos alelos, el mutante pacífico-ideológico y el mutante agresivo-violento. Aquí encontramos, entre muchos otros, a animalistas, feministas, hinchas de Boca o River, militantes de partidos políticos, y religiosos varios. Finalmente, en el podio de la estulticia, protegidos de cualquier atisbo de razón, están terraplanistas, antivacunas, neofascistas trumpistas, bolsonaristas o sus versiones más criollas, y consumidores/divulgadores de fake news del tipo “todos los inmigrantes haitianos tienen SIDA”. En fin, no hay espacio ni tiempo para mencionarlos a todos, que me perdonen las merecidas omisiones, pero ya está, quedan dichas estas palabras al viento como demorado preámbulo para la ceremonia de sembrar un granito de arena en el desierto. Inshallah.
Para aclarar, sigo escribiendo, pero no aquí (y aquí puede significar muchas cosas, pero mejor lo dejamos ahí). Después de que mi entrañable Amarilis y el país imposible lograra, por sus propios méritos, hacerse un lugar en el escaparate del olvido, publiqué mi libro de cuentos (No ha pasado nada y otros cuentos) con la misma editorial de mi universidad y –curiosamente– nada pasó. Tomo como una honrosa distinción el que recientemente pusieran mi libro de cuentos como el ofertón del mes, seguramente no se debió al hecho de que no se vende ni con suplemento porno, sino porque quieren acercar la cultura a las grandes mayorías. Pero, ya saben, en materia de publicar sus libros, su seguro servidor es acólito del sumo sacerdote creador de la saga “retroceder nunca, rendirse jamás”. Así, el verano pasado me escapé al invierno del norte y en la casa de un querido amigo, en madrugadas ubérrimas y pluscuamperfectas, terminé mi segunda novela. Y ahora heme en el mismo punto de partida, parchís con dado trucado, buscando alguna editorial distraída que la publique. Prefiero no repetir el camino fácil de la editorial de mi universidad. Uds. comprenden, se trata de sacarle las rueditas a la bicicleta (como Freddy Turbina). Así es que acomódense en sus asientos porque esto puede durar para siempre, o un poco más. En los últimos meses ya llevo 5 mails a contacto@editorial...etc ofreciendo el manuscrito de novela no solicitado y en todos los casos he recibido un amable silencio como respuesta. Ah, la novela se llama No encontrarás en mi alma a nadie. Primera persona. 64,000 palabras. 28 capítulos.
Que les vaya bonito.