domingo, 3 de julio de 2016

Triste, solitario y final




Se supone que el fútbol se juega 11 contra 11. O, si hay un expulsado en cada equipo, 10 contra 10, como en el minuto 72 de la final de la Copa América, que es el minuto de la foto. Pero Messi está solo, rodeado o vigilado por los 9 jugadores chilenos en cancha (sólo falta el arquero). Nunca vi una escena así en un partido de fútbol, y créanme que he visto mucho fútbol. Parece más bien una escena de película, donde el héroe desafía la aritmética básica de la correlación de fuerzas y doblega con pasmosa calma al enemigo numeroso. Como en El Señor de los Anillos, cuando Aragorn despacha uno a uno a los poco agraciados orcos, o en El Capitán América, cuando Steve Rogers da cuenta de los malvados de rigor que hacen fila para recibir su ración. Lo extraño no es que Messi esté rodeado de rivales (aunque es una exageración el que sean todos los rivales), porque muchos técnicos tienen claro que es la única manera de -tal vez- detener al mejor jugador del mundo. Tampoco es muy raro que Messi intente hacer un gol después de gambetear a medio equipo contrario, porque le ha resultado varias veces; por ejemplo, contra el Athletic de Bilbao (en una final de Copa del Rey) y contra el Getafe, cuando copió el gol de Maradona a los ingleses. He visto hacer goles similares a otros cracks, como a Ronaldo en el Barcelona, o a Ibrahimovic en el Ajax. Lo llamativo, lo extraño, lo triste, es que en la jugada que captura la foto, Messi parece estar completamente solo. Otras tomas de la jugada muestran que, más allá del encuadre, en realidad había otros dos jugadores argentinos, pero la foto ilustra perfectamente lo que fue ese partido durante el segundo tiempo. Curiosamente, mientras que en esa jugada Messi finalmente se la pasa a Agüero, que remata a la tribuna, hay otra jugada, sin una foto viral que la multiplique, en la que Messi va esta vez efectivamente solo contra los chilenos y después de gambetear a 5 llega al área, pero -ya desestabilizado por los sucesivos roces- yerra el remate. La sensación de propios y extraños era que se trataba de Messi contra todos.

Cuando Maradona dibujó esa obra de arte frente a los ingleses en cuartos de final del mundial de México 86, condujo la pelota por casi 11 segundos (una eternidad) y superó a 6 rivales partiendo del círculo central, pero siempre tuvo cerca a Burruchaga y Valdano. Ellos lo acompañaron por si se veía obligado a soltar la pelota, o simplemente para distraer a los otros defensas ingleses; y lo mismo puede observarse en los goles que menciono más arriba, los compañeros de club de Ronaldo, Ibrahimovic y Messi acompañan al héroe de la historia hasta el final, por si son necesarios en el último instante. De hecho, eso es exactamente lo que pasó 4 años después del gol de Maradona a los ingleses. En octavos de final de Italia 90, Argentina enfrentaba a un Brasil muy superior, y Maradona -diezmado físicamente por la drogadicción- tenía además el tobillo tan hinchado que no le entraba el zapato de fútbol. Pero, en el minuto 81, cuando milagrosamente Brasil no había metido todavía un gol, Maradona de pronto frotó la lámpara y desde el círculo central comenzó a gambetear brasileños: uno, dos, tres, cuatro... Todos los de camiseta amarilla abandonaron desesperados sus puestos para detener al genio, porque habían visto por la televisión de lo que era capaz. Y entonces, rodeado de 4 brasileños y casi desde el suelo, Maradona se la cruza a Caniggia, que queda solo frente al arquero y convierte el gol que les da el pase a cuartos de final. Por eso insisto en la soledad de Messi en ese partido final que la foto ilustra. Sus pusilánimes compañeros se desentendieron del problema, “anda y sálvanos” parecieron decirle, y el héroe, abandonado por sus lugartenientes, esta vez no pudo hacerlo solo.

Podrán decir algunos que es una banalidad hablar de este detalle, habiendo tantas cosas importantes por comentar esta semana. Y tendrán razón. Podría hablar de la masacre en la heladería de Bagdad que el Estado Islámico ha reconocido con orgullo, porque los muertos son chiítas y ellos sunitas (razón suficiente, como cuando los católicos masacraban hugonotes). Ya que este atentado ha cobrado más vidas que el ocurrido en la sala Le Bataclan de Paris, imagino que todos los que pusieron entonces la bandera de Francia en su perfil de Facebook estarán a estas horas colocando la bandera de Irak. Pero de los horrores intrínsecamente asociados a la religión ya he hablado antes (aquí y aquí) y tendría que repetirme bastante. No será hoy. Preferí quedarme con esa foto tan elocuente de la final de la Copa América, en la que -como adelanté en el post anterior- otra vez no ganó el mejor. Messi es el único que se puede acercar al Olimpo del fútbol donde reinan, intocados, Pelé y Maradona. Pero le pesan esas tres finales seguidas perdidas, mereciendo ganar las tres. Ya dijo que gustoso cambiaría sus 5 balones de oro por ganar algo grande con su selección, pero todavía no se le da. Le quedan 2 mundiales por delante (estará cumpliendo 35 años en Qatar 2022), ya lo veremos. Pero el futuro no existe, y al día de hoy, Messi ilustra con esa foto el título de esa entrañable novela, dura y divertida al mismo tiempo, que escribiera su compatriota Osvaldo Soriano: Triste, solitario y final.