domingo, 15 de junio de 2014

¿Quién es el simio?


La señora de la foto, como muchos de los imbéciles que van a los estadios de fútbol y quieren dejar en claro que lo son, cree que es gracioso imitar a un simio para burlarse de un jugador de raza negra. Detrás de estas agresiones racistas está la idea de que esas personas se parecen a los simios y son -por lo tanto- inferiores. Pero lo que define cuán evolucionado o retrasado es un individuo, o un grupo, no es su aspecto; es su conducta, lo que es capaz de (o decide) hacer. Así, nuestro pariente lejano Homo habilis está más adelante que la señora Lucy (Australopithecus) porque usaba herramientas. Aceptando por un momento que llamar a alguien simio sea un insulto (algunos simios actúan de manera solidaria, altruista y hasta civilizada, como los bonobos -primos de los chimpancés- que solucionan sus problemas con paciencia y sexo), creo que esa categoría la merecen aquellas personas que ejecutan acciones particulares, que denotan un estado de desarrollo mental o social bastante primitivo, y no las que tienen rasgos más o menos parecidos a un modelo determinado. Resumiendo, simio es quien tiene un comportamiento no-civilizado, quien no respeta al otro. Entonces, simio es el que se estaciona en el lugar para minusválidos, el que orina en lugares públicos, el que golpea sin motivo a alguien más débil simplemente para desahogar su frustración, el que bota su basura en la calle de todos o en el sitio del vecino, el que lanza objetos contundentes en un estadio o un concierto, etc. Cualquier observador honesto y libre de prejuicios podrá concluir que esas conductas no están asociadas al color de la piel de las personas. Porque en las calles de Lima los choferes de las combis -de piel cobriza en su mayoría- no respetan la luz roja ni los cruces peatonales, es cierto, pero no es menos cierto que los conductores de las camionetas BMW o Audi -de piel un poco más blanca en su mayoría- se estacionan en los lugares para minusválidos y tampoco respetan los pasos peatonales. El color de la piel -ya lo dijo la ciencia, pero pocos se han enterado- es un rasgo que nos dice muy poco del ser humano. Nos sirve para saber si está bien protegido contra la radiación ultravioleta, y poco más. 
La señora de la foto, aficionada del Llagostera de Gerona (Barcelona), un club de la tercera división española, dirigía esos gestos ofensivos hace algunas semanas a Mamadou Koné, el N° 9 del Racing de Santander. Koné nació hace 22 años en Costa de Marfil, como dos portentos del fútbol mundial, Yaya Touré y Didier Drogba, pero también como cientos de desconocidos jóvenes futbolistas marfileños que año a año son traficados por las mafias de representantes, que los llevan a probarse en clubes de Francia con contratos engañosos, venden a los pocos que destacan, y dejan a los demás abandonados en la calle y sin papeles. Mamadou Koné es en cierto modo un sobreviviente que se ganó un lugar en el mundo del fútbol español por su esfuerzo y su talento. Debutó en el Racing a los 19 años contra el Barcelona, cuando su equipo todavía estaba en primera división. Desde entonces ha acompañado al equipo en dos descensos -hasta tercera- y un reciente ascenso a segunda división, en el que Koné metió 18 goles. Uno de ellos fue el que generó las reacciones de algunos energúmenos en la tribuna del Llagostera, que así quedó en camino de lograr su propio ascenso. La señora de la foto trabajaba en la boletería del museo del FC Barcelona. Pero al difundirse la foto (y el video), perdió el trabajo, porque el FC Barcelona no puede aceptar esas manifestaciones de odio racista entre sus empleados. Por su parte, el Llagostera -también de Cataluña- la declaró persona non grata en el club. Es un ejemplo a seguir el de los catalanes, que por algo son el pueblo más civilizado de España. Me pregunto qué pasaría si todas las empresas peruanas, chilenas, argentinas y españolas despidieran a sus empleados por escribir comentarios racistas o xenófobos en las noticias por internet (los leo todas las semanas). Sería magnífico, una poderosa señal educativa pensando en el futuro. Porque de eso se trata, de que la próxima generación sea menos ignorante, es decir, mejor que la nuestra. Así como los niños junto a la señora de la foto reciben el mensaje de que es divertido imitar a un mono para burlarse de un africano, algunos hijos de los muchos racistas despedidos podrían recibir el mensaje de que no es tolerable para la sociedad discriminar o insultar a alguien por el color de su piel o el país donde nació. Podemos soñar con ese progreso. La esclavitud alguna vez fue legal, vista como normal, y hoy es perseguida en el mundo entero. El racismo es la siguiente plaga mental a exterminar. 
Inmediatamente después del episodio en el estadio, en su cuenta de twitter, y con la foto que acompaña este post, Koné escribió lo siguiente: “Respecto a lo de esta “señora”, mejor no decir nada...Ya se retrata ella sola.”

Queda claro quién es el simio.

6 comentarios:

  1. Difícil erradicar una plaga mental, no?
    Las sanciones que propones tienen más que ver con un castigo a expresarlo públicamente, pero no a hacer entender a los simios que lo son, ellos y sus pensamientos (si se les puede llamar así). Si no lo expresan públicamente, lo dirán en sus casas, traspasando esas taras a sus hijos, que se sentirán resentidos y discriminados por no poder decir lo que creen, que para ellos es la verdad. Y todo será culpa de la raza a la que menosprecian.
    Sin embargo es cierto, la esclavitud no sólo fue legal sino normal y ahora no lo es (aunque se podría discutir el desarrollo de una nueva esclavitud por parte de multinacionales), así que podemos esperar que el racismo algún día termine. Algún día hay que empezar.
    Mónica

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    1. Así es, se trata de empezar a señalar como inaceptable lo que antes era normal. Es un proceso. El fumador sigue fumando dentro de su casa, pero ya el acto de fumar en público adquirió otro significado, gracias al avance de la civilización. A sus hijos les dirá lo que quiera, pero algunos de esos hijos en algún momento (algún día) confrontarán lo que escuchan en casa con la opinión de sectores más avanzados de la sociedad, y elegirán entre decir el mundo se equivoca y yo tengo razón (como los defensores del torturador Krasnoff, que hasta publican libros apologéticos) o decir mi padre/madre se equivoca (como el cineasta Larraín, director de NO, hijo de un execrable político pinochetista).

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  2. Es curioso, pero el cinismo está tan internalizado acá en Chilito, que actitudes como esas se condenan si se las muestra en la tele. En cambio, en la casa, frente a los niños y sin ninguna culpa, es re usual decir "culiao" (¡ups!, disculpe la expresión) después de las palabras negro, peruano, argentino y boliviano. Incluso hay racismo (y que tampoco reconoce nadie) en contra de quienes también son chilenos pero tienen más marcados los rasgos de alguna etnia originaria. Lo más ridículo es que, probablemente, si pusiéramos a diez sudamericanos de distintos países frente a una persona de otro continente, tal persona no sabrá distinguir quién es de dónde. Qué ridiculez ¿Será esto producto de nuestra historia de pueblos sometidos?¿Será por eso que renegamos de nuestro propio color, porque seguimos creyendo que el menos americano está más arriba? (Terminé de escribir y me siento sumamente sonsa, predecible. Sería mucho más entretenido si alguien comentara "Sí, yo soy de esos que comenta cosas xenofóbicas en los sitios de noticias". Por variar, digo yo, porque paré' que nadie reconoce hacer eso)

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    1. Tocas dos puntos que pensaba (pienso) incluir en un próximo post sobre el tema. 1) El hecho de que (casi) nadie se declara racista o xenófobo, pero la mayoría expresa pensamientos racistas o xenófobos (a pesar de que en su discurso rechaza ser parte de los discriminadores). Es un asunto más profundo que la hipocresía. 2) La ilusión de la blancura, esa alucinación que tienen muchos chilenos (y peruanos, y mexicanos) de sentirse blancos cuando si los ponemos en Europa los detectarán en un segundo y los confundirán con aquellos a quienes discriminan.

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  3. Mientras esa inseguridad del no tener cualidades válidas para jactarse, lleve impulsivamente a tanta gente a tener en uno u otro momento frases que lo delatan como racista, clasista, etc. para sentir alguna superioridad, será muuuuuy difícil erradicar esa plaga.
    Claramente recibir una consecuencia a una reacción tan estúpida, es un contundente paso que marca un grado de avance. Por último el rechazo recibido hace conducir esa inseguridad al menos a un cuestionamiento.

    Mabel

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    1. Estoy de acuerdo. Hay que comenzar a señalar, a rechazar, pero no es tarea sencilla cuando se trata de amigos o familiares, que por otro lado son buenas personas (es el tercer tema que tengo pendiente, he decidido parcelar los posts para no hacerlos infinitos).

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