martes, 14 de octubre de 2014

Ellos, los salvajes

Dos niños llegan al mismo tiempo a la cola para recibir el almuerzo en el comedor de su colegio. Discuten. Cada uno defiende que llegó primero. La discusión se convierte en intercambio de insultos. De pronto uno de ellos toma un cuchillo del mostrador y se lo clava al otro en el cuello. Tres veces. La víctima, conmocionada, cae al suelo y empieza a desangrarse. Afortunadamente, la escena es ficticia. Pero sirve para ilustrar un punto. Está claro quién es el salvaje y quién la víctima, ¿o no? ¿Cambiarías tu opinión si supieras que el agresor es un sobrino tuyo y la víctima un desconocido?
En los últimos meses nos hemos horrorizado ante las terribles atrocidades cometidas por grupos como Boko Haram o el Estado Islámico. Secuestro y esclavismo de niñas, matanzas de pueblos enteros, decapitaciones en masa, violencia extrema y arbitraria. La justificación en esas mentes enfermas: imponer la religión verdadera. Es espantoso, monstruoso, abominable. Los adjetivos se repiten en cada artículo que leemos en la prensa. Pero el mundo católico occidental no debería sorprenderse tanto de estos métodos y criterios, porque forman parte de su historia esencial. Podríamos decir que en La Biblia sobran los ejemplos de genocidios, matanzas de niños y decapitaciones, todo en nombre de ese dios que ama a todos sus hijos. Pero no es necesario retroceder tanto en el tiempo. Las cruzadas, que contaban con bendición y hasta financiamiento papal, consistían en hacer a caballo y con lanzas lo que hoy hace el Estado Islámico con carros de guerra y ametralladoras. Es decir, matar a miles y conquistar territorios en nombre de la propia religión, considerando justa y necesaria la aniquilación del enemigo, ya que profesa otra religión. El denominador común es el gusto por decapitar, eso no se ha perdido. 
Las sagradas cruzadas, en las que la mutilación y el saqueo eran instrumentos de virtud, no se dirigieron solamente contra los musulmanes. En la cruzada contra los cátaros albigenses, acusados de herejía (o sea, creer en variantes de la fe que El Vaticano no aprobaba), el valiente Simón de Montfort asaltó el pueblo de Bram y a más de 100 sobrevivientes rendidos les cortó orejas y narices, y les sacó los ojos; salvo a uno, a quien dejó tuerto para que guiara a los ciegos en su camino hacia el siguiente pueblo, convirtiendo ese cruel desfile en amenaza. Alguien dirá que todo eso ocurrió en un lejano pasado que nada tiene que ver con lo que se hace o se piensa hoy en día. Pero todavía en estos tiempos se encuentran páginas católicas en internet que defienden o relativizan las hazañas de Montfort o las torturas de la Santa Inquisición. En la página oficial del Museo de la Inquisición de Lima hoy se lee que “intereses políticos y religiosos han generado prejuicios que impiden obtener una imagen clara y objetiva sobre esta institución” y que numerosos estudios han “desvirtuado por completo la leyenda negra creada en torno al Santo Oficio por los enemigos de España y de la Iglesia Católica”. Además describen a los ascéticos, contemplativos y vegetarianos cátaros como “particularmente violentos”, indicando que esas herejías ahogadas en ríos de sangre “turbaron la tranquilidad de la Iglesia y de la sociedad cristiana”. Para que quede más claro que todo esto no está enterrado en un pasado oscuro, el escudo de Aragón -el mismo que hoy se exhibe en la bandera en actos oficiales de dicho gobierno- contiene un campo donde aparece la Cruz de San Jorge cantonada por 4 cabezas de moros decapitados.
 
La religión islámica es seis o siete siglos posterior a la católica. Esto explica en parte la asincronía entre las barbaridades de una y la otra. Pero al final son prácticamente lo mismo: sectas intolerantes y machistas con mucho poder, que sojuzgan a los incautos que se han dejado estafar con el cuento de que una creencia -legítima absolutamente- requiere una religión que la administre. A partir de profetas históricos con buenas intenciones, una casta sacerdotal de mantenidos arma un sistema de explotación, esclavismo mental y enriquecimiento que nada tiene que ver con la prédica original. De vez en cuando en la historia, sectores extremistas, más intolerantes todavía, amplían su abuso a los no-creyentes, en una suerte de expansionismo religioso. Lo que vemos hoy en las noticias es lo mismo que ocurría hace unos cuantos siglos, pero con los roles invertidos. Las diferencias entre el Estado Islámico y los Cruzados Católicos están en el tiempo, las armas y el lado de la mesa (oriental/occidental, islámico/católico), pero nada más. Como con los niños en la escena del comedor escolar, me pregunto si tendremos claro que el horror es horror por el acto y no por quién lo comete.

miércoles, 30 de julio de 2014

Peruano

Hace 5 días se cumplieron 21 años del día en que me fui del Perú. Llevaba en la maleta poca ropa útil para el gélido invierno de Santiago y muchas ilusiones para comenzar una maestría. No podía saber que en ese país que odiara de niño yo encontraría al amor de mi vida. No podía sospechar que no volvería (hasta ahora). Eran otros tiempos, otros aeropuertos. Cuando te sellaban el pasaporte no te metían a la fuerza en un duty free, para que compres aunque no tengas ganas, aunque no tengas plata (para eso es la tarjeta ¿no?), como si fueras un cuy en una kermesse que no tiene otra opción que elegir una casita donde esconderse. Eran otros tiempos, otros dolores. Hace 21 años, apenas habían pasado 10 meses desde el inicio del fin del terror, cuando un grupito de policías sin presupuesto, olvidados por Fujimori y Montesinos (estaban demasiado ocupados en robar y corromper), al mando de un tal Benedicto, capturó a Abimael Guzmán, el líder mesiánico que se creía infalible, un pensamiento más allá del tiempo y el espacio, y entonces -caído su dios- los alucinados asesinos que masacraban en su nombre ya no tuvieron en quién creer. La utopía desquiciada de Sendero Luminoso en cierto modo se derrumbó sola. Pero tuvieron que pasar 8 años más para que terminara el baño de sangre: 70 mil cadáveres repartidos casi en partes iguales entre las hienas senderistas y los chacales de las fuerzas armadas. La inmensa mayoría de esos muertos jamás cometió un delito, la mayoría de ellos hablaba quechua. 
En esos tiempos era muy raro encontrar mensajes de orgullo por el hecho de ser peruano. Parecía que el principal objetivo en la vida de cada peruano era dejar de serlo: migrar, aculturarse, nacionalizarse. Algunos recurrían a la cirugía para rasgarse los ojos y facilitar la migración a Japón, ya que teníamos un presidente japonés. Entre mediados de los 80 y mediados de los 90 la sensación que flotaba en el aire era que el Perú era un país sin esperanza, un proyecto fallido, y había que huir. En 1995 el grupo Leusemia le dedicó la canción El asesino de la ilusión a Fujimori, quien teniendo la mayor caja fiscal de la historia tras vender las empresas públicas prefirió financiar la corrupción y la guerra sucia antes que el progreso. Recogí esa sensación de desesperanza en mi novela (Amarilis y el país imposible), ambientada en los últimos días del fujimontesinismo, y fue llamativo que en la presentación del libro en Lima, y en comentarios de lectores, muchas voces criticaran el exceso de pesimismo, el callejón sin salida. Hoy esas palabras parecen fuera de lugar para referirse a un país que crece sostenidamente, sobre todo en economía (pero poco en desarrollo humano y en combate a la pobreza y la desigualdad), un país que parece haber recuperado el orgullo, con o sin razón (no basta con el boom gastronómico, pero por algo hay que empezar). Como digo, eran otros tiempos. Habría sido impensable entonces un tema como Peruano, cuyo video se ha viralizado y destila entusiasmo, optimismo y orgullo durante 4 minutos. El tema cae varias veces en un nacionalismo que yo rechazo, pero tal vez sea perdonable considerando que venimos del extremo opuesto. No es un gran producto artístico y las simplificaciones de su mensaje a veces son demasiado ingenuas, incurre además en un machismo evitable, pero creo que es valorable el estado de ánimo que intenta contagiar, y visualmente es muy atractivo. Rescato que una parte de la canción sea en quechua y que en su compendio no haya omitido mencionar una de las principales lacras de la sociedad peruana: la discriminación (“somos lava de un mismo volcán”). Mientras decir serrano, indio o cholo siga siendo un insulto para muchos (muchos idiotas) no habrá un verdadero progreso. 
A poco de llegar a Chile comencé a jugar fútbol en la selección de la facultad. Varios de los compañeros de equipo me decían “peruano”, con cariño y respeto (la técnica del futbolista es lo único que sobrevive a la hecatombe del fútbol peruano). Me gustaba que me llamaran así. Y es que siempre me costó que en mi propio país me reconocieran como uno de ellos, uno más. En los espacios en que me movía en el Perú viví varios episodios de discriminación por tener la piel y los ojos claros; nada terrible, nada comparable con lo que ellos han sufrido por siglos (y todavía), por eso nunca me quejé. En Cusco más de una vez las señoras y los niños que venden en la calle no me han creído que soy peruano, incluso después de mostrarles mi documento de identidad. En Chile también me ha pasado, muchas veces. Aprendí a no enojarme y repetir una frase cada vez que me decían "pero no pareces peruano". Hay peruanos de todos los colores y tamaños, les decía y les digo, como si estuviera hablando de zapatos. Pero sí me enojo cuando noto que en ese comentario hay un tinte de desprecio a los otros peruanos más oscuros, cuando pretenden hacerme sentir bien por "salvarme" de ser así; allí se termina la conversación. Una vez, mientras hacía cola para renovar mi visa de estudiante, me buscó charla un chileno que hacía trámites para embajadas, y al rato me dijo, buscando apoyo, "esto se está llenando de peruanos". Lo miré fríamente y le dije algo así como "somos muchos los peruanos que estamos viniendo a Chile, como antes muchos chilenos migraron buscando un futuro mejor, es la historia de la humanidad". El tipo se volteó y no me volvió a hablar. 
A menudo me pasa que alguien que me detecta el acento (no haberlo perdido es resultado de una decisión) y me pregunta, y se entera que llevo tantos años en Chile y que mi mujer e hijo son chilenos, me dice “ah, pero entonces ya eres chileno” y yo inmediatamente contesto “No”, sin agregar nada más pero poniendo cara de simpático. Normalmente no les gusta esa respuesta. El seguir siendo peruano después de tantos años no es un asunto trivial. Un amigo muy cercano que vivió un tiempo por aquí al segundo año ya hablaba como uno de Los Caporales, y yo me burlaba sin piedad. Más extremo es el caso de unos hermanos que conocí en Lima, de padre peruano y madre chilena, pero más peruanos que el cebiche (o que el pisco). Jugaba fulbito con ellos con frecuencia entre el 90 y el 92. Luego migraron a Chile tras la separación de sus padres. El 93 me los encontré en el estadio nacional en Santiago, en un partido amistoso Perú-Chile... y estaban agitando una bandera chilena y apoyando a esa selección. Me impresionó mucho y -tras la rabia inicial- me dio pena. Me preguntaba cuánto resentimiento tenían que tener esos muchachos para renegar así de su país, quizás tuvo que ver con el divorcio de sus padres, quién sabe. Después uno de ellos llegó a ser sub-secretario (vice-ministro) durante el primer gobierno de Bachelet. Cuando lo veía en la televisión pensaba en cuántos creerían que ese hombre fue alguna vez un arquerito peruano en pichangas de barrio en Lima. En ese mismo partido fui hostilizado por gente de la tribuna tras celebrar el gol del empate (al final perdimos 2-1), me gritaban insultos generales contra los peruanos. No me quejo, es lo habitual. Lo cómico es que uno de los tipos se paró y gritó “los peruanos no saben leel ni esclibil”, evidenciando su escasa cultura. Mi amigo chileno al lado, profesor de la Universidad de Chile, avergonzado, me pidió disculpas. Menos divertido fue estar en la tribuna cuando se definía la clasificación a Francia 98, y no sólo porque perdimos 4-0. La barra chilena nos apedréo -sin provocación- desde antes del inicio del partido. Vi pasar delante de mí a 4 personas con la cabeza sangrante, tuvimos que ver el partido con ropa en la cabeza y mirando constantemente al costado por si llovía otra piedra. No sé qué habría pasado si no nos ganaban (con el empate Perú clasificaba al mundial).
Hace 2 días se cumplieron 193 años del día en que San Martín declarara con entusiasmo la independencia del Perú en un pueblo al norte de Lima, omitiendo el pequeño detalle de que el poder todavía estaba en manos del Virrey. Tuvieron que pasar 3 años más para que Sucre (otro con nombre de avenida) sellara la derrota de los realistas (no, no es que ganaran los idealistas; ganó una élite de criollos a la que poco le importaba la idea de nación). Así nació el país al que pertenezco, que no me parece mejor ni peor que cualquier otro, pero es el mío, y no puedo explicar lo que soy, lo bueno y lo malo, sin hablar de mi infancia, adolescencia y juventud en esas calles, rodeado de esa gente, escuchando esa música, disfrutando esa comida, emocionándome y frustrándome con el fútbol, temiendo apagones y bombazos, doliéndome con una guerra interna que se llevó a demasiados inocentes y nos quitó la inocencia, aprendiendo a amar, a odiar, a pensar, a mirar, a escribir, a ser.

jueves, 3 de julio de 2014

Dramáticos octavos con final anunciado



Un travesaño postrero y un poste en el último penal le negaron a Chile el final feliz que merecía. Los chilenos se batieron como espartanos en Las Termópilas, con Medel como estandarte. Jugó desgarrado, un imposible (como todo Pitbull, puede desconectar las terminales del dolor), y aun así pudo anular a jugadores que tenían el cuerpo intacto y 25 cm más de estatura. Brasil, que terminó reventando la pelota sin pudor ni dirección, quedó con estrés post-traumático. El impresentable Felipao, que se queja del cese de las ayudas arbitrales, se declara admirador de Pinochet, y está orgulloso de haber desterrado al pasado el jogo bonito, ha llamado de urgencia al equipo de psicólogos: sus jugadores -salvo Neymar y David Luiz- no resisten la presión. O Brasil mejora mucho o no levantará la copa en su casa, por segunda vez.
La ordenada y dinámica Colombia de Pekerman (tres veces campeón mundial sub20 con Argentina) no tuvo que sufrir para despachar a los desorientados orientales. A Uruguay, sin la contundencia del feroz Suárez, se le nota mucho la pobreza, que sólo es virtud en su presidente. Hay dos inconvenientes de que siga avanzando en el mundial esta prometedora Colombia, que tiene convicción y mucho juego. El primero es que no abandona la tradición de no poder celebrar sin muertos en las calles, el segundo es tener que padecer sus bailecitos ridículos tras los goles.
México, que entró al mundial por la ventana, se encontró de pronto ganando en octavos con un latigazo impensado de Dos Santos, pero a su histérico entrenador le pareció inaceptable. No podemos traicionar nuestra historia, tenemos que perder -se dijo; y con 30 minutos por jugar renunció a tener la pelota. La versátil Holanda acudió a la mesa servida (y sin picante) y el instructor de clavados en piscina Robben fue protagonista: gracias a un penal que no fue, que compensó otro que sí fue, México se fue.
En una cerrada contienda por definir quién era el más limitado, Costa Rica ganó a Grecia por penales gracias a Keylor Navas, un arquero con nombre de actriz porno y agilidad de leopardo. Tiene un delantero, Campbell, que si se inspira es imparable; el problema es que no se inspira. Su técnico, Pinto, es estudioso y trabajador, y ayuda a contrarrestar la característica humildad de su equipo con sus pintorescas declaraciones (se dice inventor de un nuevo esquema de juego, del psicólogo en el fútbol, y si le dan micrófono se declara inventor del reactor nuclear).
Nigeria, que juega asustada porque las bestias de Boko Haram ponen bombas en los locales donde se ven los partidos, asustó por un rato a Francia. Pero terminó, como buen equipo africano en segunda fase, borrándose sola víctima de errores infantiles (y víctima de una patada criminal con doble fractura que el árbitro gringo no consideró ameritaba roja para un francés). Francia no brilla pero es eficaz adelante y segura atrás. Su técnico, Deschamps, levantó la Copa en el 98, así que ya sabe lo que es un milagro. El problema es que en cuartos le toca Alemania y, como dijo Gary Lineker, “el fútbol es un deporte de 11 contra 11 en el que al final siempre gana Alemania”.
La voluntariosa Argelia estuvo cerca de dar el batacazo frente a Alemania mientras tuvo energías, las que se le acabaron pronto porque varios jugadores, musulmanes observantes, están ayunando por el Ramadán (esto me da una razón más para abominar de la religión, cualquiera que sea). Alemania mete goles y mete miedo, porque tiene la misma programación mental de siempre (adelante, adelante, no está permitido el cansancio), pero añade sutilezas tácticas y técnicas. Además tiene un plantel muy amplio, donde destacan jugadores originarios de Polonia, Albania, Turquía y Ghana.
Bélgica ganó a EEUU con un juego generoso y ofensivo que se estrelló 998 veces con el arquerazo Tim Howard, que brilla en la Premier League y que -como buen yanqui belicista- incluye diseños de comando en su uniforme. Los gringos corrieron mucho pero jugaron poco, al parecer jugarían más cómodos si no hubiera pelota. Definió el partido la entrada del veloz y potente Lukaku, hijo de congoleño. Sigue explicando el Congo la prosperidad belga, como cuando el rey Leopoldo II se enriqueció a punta de saqueo y genocidio en el corazón de África. 
La Argentina de Messi, que ya no es Messi porque -sin la mirada obsesiva de Guardiola- ya no se entrena ni se alimenta como antes, ganó con mucho susto a la fastidiosa Suiza, que si tuviera delanteros de verdad habría clasificado. Alcanzó para salvar a Argentina un chispazo in extremis de Messi y la enésima corrida de Di Maria, que debe tener una hemoglobina mutante porque corre al minuto 120 como si recién comenzara todo (hasta en La Paz corrió todo el partido). Argentina no tiene dinámica, suplentes, ni técnico, y depende del 10, al que sólo le falta ganar el mundial para añadir su nombre al de Pelé y Maradona en la lista de habitantes del Parnaso del fútbol. Se ve difícil, pero no hay que descartar la gloria argentina, porque si a Messi le da la gana de volver a ser Messi, y entonces Maradona, puede ganar el mundial solo.

domingo, 22 de junio de 2014

Más respeto con el muerto

Se fue España, el último campeón, de Brasil 2014 y la cola para hacer leña del árbol caído se pierde en el horizonte. Es cierto que en el mundo del fútbol la buena memoria es tan rara como un buen árbitro, pero aquí se está exagerando. Y, como siempre, la ignorancia y la falta de respeto van de la mano (... a un concierto de reggaeton).

Son los mismos que se burlan con memes (casi todos sin la menor gracia) de las derrotas de la selección de Del Bosque los que disfrutan de este mundial, que está siendo el mejor de los últimos 25 años: por juego, actitud ofensiva y por goles. Y no son capaces de darse cuenta de que buena parte de este disfrute se lo debemos a esos españoles bajitos, devotos del tiki-taka, que ganaron el último mundial y las últimas dos eurocopas. 
Hay que hacer memoria. Para encontrar un buen mundial hay retroceder hasta México 86, con la exhibición del genio de Maradona, el himno al fútbol del Brasil-Francia de cuartos de final, la maravillosa Dinamarca de Laudrup, y el rodillo soviético. Hay que hacer memoria. Recordar el pésimo y ultradefensivo Italia 90, el mediocre EEUU 94 con la final terminando 0-0, el 2002 de los arbitrajes escandalosos, el violento Alemania 2006, o el soso 2010 donde solamente lució la elegancia técnica de la España dirigida por el excelso Xavi (era la época en la que él parecía haber visto el video de la jugada segundos antes de que ocurriera).
La recientemente fenecida hegemonía española en el fútbol es incuestionable. En los últimos dos mundiales los tres primeros lugares fueron para equipos europeos, por eso las eurocopas del 2008 y 2012 casi equivalen a un mundial. Y ese equipo vistoso y ganador se hizo a imagen y semejanza del FC Barcelona, la filarmónica blaugrana que en docenas de recitales inolvidables supo demostrar que era posible unir estética y eficacia para llevar al fútbol a su cima histórica. Por eso, porque las estrategias exitosas son inmediatamente copiadas, para entender este mundial que nos gusta, donde equipos antiguamente basados en la defensa férrea (Italia) o la fortaleza física (Alemania) nos regalan apuestas por un fútbol bien jugado, hay que recordar -y agradecer- a España.
Si hay algo más imperdonable que el fracaso, es el éxito. Los mediocres están siempre esperando el resbalón del que está en la cima, para sentirse acompañados en el barro. Lo supieron tarde muchos que murieron olvidados después de haber cambiado la historia (próceres, exploradores, inventores, luchadores sociales). Hoy vemos el linchamiento mediático de los recientes (pero antiguos para el fútbol) héroes de la selección española. Si quieren discutir las causas del fracaso en este mundial, con gusto me siento a conversar, porque tengo un par de ideas al respecto. Pero yo no me sumo al linchamiento. Yo tengo memoria, amo el buen fútbol, y por eso les digo Gracias.

domingo, 15 de junio de 2014

¿Quién es el simio?


La señora de la foto, como muchos de los imbéciles que van a los estadios de fútbol y quieren dejar en claro que lo son, cree que es gracioso imitar a un simio para burlarse de un jugador de raza negra. Detrás de estas agresiones racistas está la idea de que esas personas se parecen a los simios y son -por lo tanto- inferiores. Pero lo que define cuán evolucionado o retrasado es un individuo, o un grupo, no es su aspecto; es su conducta, lo que es capaz de (o decide) hacer. Así, nuestro pariente lejano Homo habilis está más adelante que la señora Lucy (Australopithecus) porque usaba herramientas. Aceptando por un momento que llamar a alguien simio sea un insulto (algunos simios actúan de manera solidaria, altruista y hasta civilizada, como los bonobos -primos de los chimpancés- que solucionan sus problemas con paciencia y sexo), creo que esa categoría la merecen aquellas personas que ejecutan acciones particulares, que denotan un estado de desarrollo mental o social bastante primitivo, y no las que tienen rasgos más o menos parecidos a un modelo determinado. Resumiendo, simio es quien tiene un comportamiento no-civilizado, quien no respeta al otro. Entonces, simio es el que se estaciona en el lugar para minusválidos, el que orina en lugares públicos, el que golpea sin motivo a alguien más débil simplemente para desahogar su frustración, el que bota su basura en la calle de todos o en el sitio del vecino, el que lanza objetos contundentes en un estadio o un concierto, etc. Cualquier observador honesto y libre de prejuicios podrá concluir que esas conductas no están asociadas al color de la piel de las personas. Porque en las calles de Lima los choferes de las combis -de piel cobriza en su mayoría- no respetan la luz roja ni los cruces peatonales, es cierto, pero no es menos cierto que los conductores de las camionetas BMW o Audi -de piel un poco más blanca en su mayoría- se estacionan en los lugares para minusválidos y tampoco respetan los pasos peatonales. El color de la piel -ya lo dijo la ciencia, pero pocos se han enterado- es un rasgo que nos dice muy poco del ser humano. Nos sirve para saber si está bien protegido contra la radiación ultravioleta, y poco más. 
La señora de la foto, aficionada del Llagostera de Gerona (Barcelona), un club de la tercera división española, dirigía esos gestos ofensivos hace algunas semanas a Mamadou Koné, el N° 9 del Racing de Santander. Koné nació hace 22 años en Costa de Marfil, como dos portentos del fútbol mundial, Yaya Touré y Didier Drogba, pero también como cientos de desconocidos jóvenes futbolistas marfileños que año a año son traficados por las mafias de representantes, que los llevan a probarse en clubes de Francia con contratos engañosos, venden a los pocos que destacan, y dejan a los demás abandonados en la calle y sin papeles. Mamadou Koné es en cierto modo un sobreviviente que se ganó un lugar en el mundo del fútbol español por su esfuerzo y su talento. Debutó en el Racing a los 19 años contra el Barcelona, cuando su equipo todavía estaba en primera división. Desde entonces ha acompañado al equipo en dos descensos -hasta tercera- y un reciente ascenso a segunda división, en el que Koné metió 18 goles. Uno de ellos fue el que generó las reacciones de algunos energúmenos en la tribuna del Llagostera, que así quedó en camino de lograr su propio ascenso. La señora de la foto trabajaba en la boletería del museo del FC Barcelona. Pero al difundirse la foto (y el video), perdió el trabajo, porque el FC Barcelona no puede aceptar esas manifestaciones de odio racista entre sus empleados. Por su parte, el Llagostera -también de Cataluña- la declaró persona non grata en el club. Es un ejemplo a seguir el de los catalanes, que por algo son el pueblo más civilizado de España. Me pregunto qué pasaría si todas las empresas peruanas, chilenas, argentinas y españolas despidieran a sus empleados por escribir comentarios racistas o xenófobos en las noticias por internet (los leo todas las semanas). Sería magnífico, una poderosa señal educativa pensando en el futuro. Porque de eso se trata, de que la próxima generación sea menos ignorante, es decir, mejor que la nuestra. Así como los niños junto a la señora de la foto reciben el mensaje de que es divertido imitar a un mono para burlarse de un africano, algunos hijos de los muchos racistas despedidos podrían recibir el mensaje de que no es tolerable para la sociedad discriminar o insultar a alguien por el color de su piel o el país donde nació. Podemos soñar con ese progreso. La esclavitud alguna vez fue legal, vista como normal, y hoy es perseguida en el mundo entero. El racismo es la siguiente plaga mental a exterminar. 
Inmediatamente después del episodio en el estadio, en su cuenta de twitter, y con la foto que acompaña este post, Koné escribió lo siguiente: “Respecto a lo de esta “señora”, mejor no decir nada...Ya se retrata ella sola.”

Queda claro quién es el simio.

domingo, 8 de junio de 2014

Una historia minimalista de los mundiales de fútbol, comentada

El ilustrador brasileño André Fidusi ha publicado una historia minimalista de los mundiales que se está difundiendo por internet. Previsiblemente, es un poquito pro-Brasil y anti-Argentina, pero está bastante bien. Eso sí, por momentos es algo críptica para los no-iniciados. Voy a comentarla aquí, brevemente, para no desentonar con el minimalismo. La idea es aclarar detalles oscuros y añadir algunos datos.  

URUGUAY 1930


Jules Rimet, presidente de la FIFA, impulsa la organización de un mundial de fútbol. Al mundial se acude por invitación, la que muchos países europeos rechazan por falta de interés o dinero; algunos asisten por presiones políticas. La selección de Rumanía la designa el Rey a partir de la nómina de una empresa estatal. Finalmente participan 13 selecciones (3 cancelan a último momento). Se construye para el caso el estadio Centenario, pero recién está listo una semana después de iniciado el mundial. Uruguay le gana la final a Argentina 4-2, luego de ir perdiendo 2-1. Como en las pichangas del barrio, cada equipo quiso jugar el partido con su pelota. 


ITALIA 1934



Mussolini está en la cima del poder y usa el mundial como propaganda para su régimen fascista. Hace todo lo posible para que Italia gane el mundial: soborna a los árbitros e incluso amenaza a sus propios futbolistas (manda un telegrama al equipo que reza “Vittoria o la morte”). El mundial (16 equipos) se juega a partidos de eliminación directa, pero no hay penales sino partido de desempate. Uruguay no participa en protesta por el boicot europeo al mundial anterior. El equipo italiano hace el saludo fascista antes de cada partido y alinea a 4 argentinos nacionalizados poco antes (los Oriundi). Italia le gana la final a Checoslovaquia 2-1. 


FRANCIA 1938



El avance del nazismo anuncia la II Guerra Mundial. Alemania, que ya había anexado a Austria, se presenta con la bandera de Alemania Nazi. El acuerdo era que el mundial se jugara en Argentina, pero Jules Rimet impone a Francia porque presiente que ya no habrá más mundiales. En protesta, Argentina, Uruguay y otros países americanos no participan. Por primera vez el mundial se transmite por radio. El goleador del torneo es Leônidas da Silva (Brasil), quien convierte 4 goles en el partido contra Polonia (6-5), después de quitarse los zapatos para jugar descalzo en el lodazal que era la cancha. Italia le gana la final a Hungría 4-2 y logra su segundo mundial.


BRASIL 1950



El jogo bonito de Brasil arrasa en el torneo y choca en la final con Uruguay. Les basta un empate para ganar el mundial en su país, porque el campeón se define en una liguilla de 4 equipos. En esta fase final Brasil hace 13 goles y recibe 2 en sus partidos contra Suecia y España. Con estos rivales Uruguay apenas empata y vence por un gol. El triunfalismo brasileño se desboca: los titulares de los periódicos con Brasil Campeão ya están impresos, el gobierno ha dado feriado el día siguiente para poder celebrar, los carros de carnaval ya están listos. Pero Uruguay da vuelta al marcador y vence 2-1 con goles de Schiaffino y Ghiggia, silenciando al estadio Maracaná, donde se reunió la mayor cantidad de público de la historia (180,000 personas). Ocurren muchos suicidios y Brasil abandona para siempre el color blanco de su camiseta. Tras el Maracanazo nace la leyenda de la garra charrúa. 


SUIZA 1954



El mejor equipo es Hungría, donde brillan Puskas y Kocsis. El ballet húngaro, en su camino a la final, humilla a Alemania (8-3), Corea del Sur (9-0), Brasil y Uruguay (4-2 a cada uno de los finalistas del mundial anterior). Pero en la final, tras ir ganando 2-0 y en un campo destruido por la lluvia, cae 3-2 ante la misma Alemania, cuyos jugadores corren como si no fueran humanos. Recientemente se supo que los alemanes actuaron dopados. Después Kocsis (11 goles en 5 partidos del mundial) llega al FC Barcelona, donde gana 2 Ligas y 2 Copas, y Puskas llega al Real Madrid, con 31 años y sobrepeso; así gana 5 Ligas consecutivas (4 veces goleador) y 3 Champions League. 



SUECIA 1958


Brasil gana su primer mundial. En un equipo de estrellas (Didí, Vavá, Garrincha), destaca un muchacho flaco de 17 años, con una habilidad endemoniada y siempre dispuesto a encarar aunque le lluevan patadas. Una pantera que salta, frena y desaparece antes de que los rivales se den cuenta de nada. Le dicen Pelé. Hace el gol del triunfo contra Gales en cuartos de final (1-0), 3 goles a Francia en la semifinal (5-2) y 2 goles a Suecia en la final (5-2). Sin embargo, el goleador es el francés Just Fontaine con 13 goles en 6 partidos, una marca imbatida hasta hoy (Ronaldo, el goleador histórico de los mundiales, necesitó 3 mundiales para hacer 15 goles). Pelé llora como un niño después de ganar la final y comienza a probarse la corona de Rey del fútbol.



CHILE 1962


Pelé (1 gol) se lesiona en el segundo partido y no juega más. Entonces Garrincha, el mejor puntero de la historia, toma la batuta. Sus amagues a uno y otro lado vuelven locos a los defensas y deleitan al público. El bohemio Garrincha, la alegría del pueblo, es el goleador y mejor jugador del mundial, y lleva a Brasil a conquistar la segunda copa, venciendo 3-1 a Checoslovaquia en la final. A diferencia de Pelé, quien tras su retiro ha sido embajador ONU, UNICEF y millonario rostro de Mastercard, Garrincha morirá a los 49 años en la miseria debido a su alcoholismo. En Chile 1962 se juega el partido más violento: Chile vs. Italia es un concierto de puñetes y patadas. El árbitro, temiendo un desborde del público local, sólo expulsa a jugadores italianos.

INGLATERRA 1966


La final, entre el local Inglaterra y Alemania, termina 2-2 y van a tiempo suplementario. En el minuto 98 validan como gol un tiro de Inglaterra que nunca entró al arco (la pelota apenas toca la parte externa de la línea). Y en el minuto 120 parte del público invade el campo -cerca del arco alemán- pero el árbitro valida otro gol ilegal de Inglaterra. Brasil queda fuera en primera ronda, sobre todo porque los defensas de Bulgaria y Portugal masacran a Pelé (1 gol) con una seguidilla de patadas descalificadoras, ante la pasividad del árbitro. La estrella del mundial es Eusebio (9 goles), nacido en Mozambique, pero jugador de Portugal. 

MÉXICO 1970


Brasil (19 goles en 6 partidos) gana su tercer mundial, derrotando a Italia 4-1 en la final. Sin lesiones y sin cacerías anti-reglamentarias, Pelé (4 goles) vuelve a brillar en un equipo de estrellas, donde 5 jugadores llevaban el 10 en la espalda en sus clubes. Para muchos es el mejor mundial de la historia, por la calidad del fútbol y la poca violencia (debutan las tarjetas amarilla y roja, antes la expulsión era directa). El partido más emocionante es la semifinal Italia-Alemania, que termina 1-1 y en la prórroga se convierten 5 goles, para un 4-3 final; Beckenbauer se disloca un hombro a los 67' y juega hasta el final del partido con un cabestrillo.


ALEMANIA 1974


Como en el 54, el mejor equipo no gana el mundial. Holanda inventa el fútbol total, donde todos atacan y defienden. Dado que usan el color naranja de la casa real, el equipo holandés es llamado La Naranja Mecánica (el afiche arriba incluye al personaje principal en la película del mismo nombre). El técnico Rinus Michels es el director de orquesta y el solista es Johan Cruyff, uno de los 4 mejores jugadores del siglo XX, ganador de 3 balones de oro. Luego como técnico, Cruyff le enseñará a Guardiola lo que aprendió de Michels, y entonces Guardiola podrá hacer del FC Barcelona el mejor equipo de fútbol que haya existido. Como en el 54, el mejor equipo cae en la final ante Alemania, que gana su segundo mundial. El partido comienza de la mejor manera para Holanda, que al minuto de juego, y tras 16 toques que terminan con penal a Cruyff, ya gana 1-0, pero Alemania da vuelta al marcador (2-1).


ARGENTINA 1978



El ilustrador brasileño alude al supuesto soborno de Argentina a Perú en la segunda fase (necesitaba ganar 4-0, ganó 6-0) que la llevó a la final, dejando afuera a Brasil. Se ha fabulado mucho sobre esto, pero quien haya visto el partido y sepa algo de fútbol tiene claro que ese resultado no fue sospechoso. Argentina jugó de local y a su máximo, los peruanos ya estaban eliminados (habían perdido 3-0 con Brasil) y jugaron muy mal. Si cada goleada es sospechosa de soborno, entonces también sobornaron a Brasil (0-4 con Chile, Copa América 1987) y Argentina (0-5 con Colombia, eliminatorias Mundial 1994). En todo caso, Perú estrelló dos tiros en el palo cuando iba 0-0 (curiosa puntería de los sobornados), y si Brasil no hubiera empatado 0-0 con Argentina, habría jugado la final. Es el mundial que la sanguinaria dictadura argentina organiza para tratar de limpiar su imagen, pero también el mundial del Matador Mario Kempes (4 goles en la segunda fase y 2 goles en la final). Argentina gana la final en tiempo extra (3-1) a Holanda. 


ESPAÑA 1982



La selección brasileña, (la Canarinha, por el color de la camiseta) tiene un plantel de lujo, donde destacan Zico y el inigualable Sócrates (es además médico, sindicalista, y activista). Pero en la segunda fase se topan con la Italia de un inspirado Paolo Rossi, quien les mete 3 goles (3-2) y además deja afuera a Argentina, donde debuta un tal Maradona. Rossi está fuera de forma porque estuvo suspendido 2 años por un caso de apuestas ilegales, y en la primera fase no convierte, pero el entrenador le tiene fe. Paolo Rossi hace 2 goles en la semifinal contra Polonia (2-0) y uno en la final en la que Italia vence a Alemania 3-1. Los alemanes venían de ganar una dramática semifinal por penales a Francia, tras ir perdiendo 3-1 en la prórroga. Es la tercera copa para Italia. Es el primer mundial con 24 equipos (eran 16) y se ensombrece por el partido arreglado entre Alemania y Austria (1-1) para eliminar a Argelia.


MÉXICO 1986



Es mezquino asociar este campeonato al gol con la mano de Diego Maradona en cuartos de final contra Inglaterra, porque minutos después Maradona hace el mejor gol de la historia de los mundiales. Partiendo en su campo, gambetea a más de medio equipo inglés (si la cancha hubiera sido infinita probablemente Maradona seguiría gambeteando a todos los ingleses sobre la tierra, hasta hoy). Luego hace los 2 goles con los que Argentina vence a Bélgica en la semifinal. En la final, Argentina comienza ganando 2-0 pero los incombustibles alemanes igualan 2-2 y sobre el final Maradona inventa un pase mágico para dejar solo a Burruchaga, que corre y corre cazado por Briegel y finalmente anota el 3-2 con el que Argentina gana su segundo mundial. A nivel de protagonismo individual, el Maradona del 86 sólo es comparable con el Pelé del 58. Son los dos únicos habitantes del Parnaso del fútbol.


ITALIA 1990



Argentina llega a la final tras superar cuartos de final (Yugoslavia) y semifinales (Italia) en definiciones por penales, donde el héroe es el arquero Goycochea. Sin embargo, Goycochea no ataja un polémico penal cobrado en el alargue de la final ante Alemania (1-0), que gana su tercera copa. En octavos de final Argentina elimina a Brasil: Maradona (que jugaba en un pie, con un tobillo hiper-inflamado) gambetea a 3 rivales en el centro del campo y avanza, entonces cunde el pánico en los defensas que recuerdan el gol contra los ingleses; rodeado de brasileños, Maradona habilita a Caniggia y es 1-0. Es un mundial olvidable, donde prevalecen los esquemas defensivos. El equipo argentino es particularmente violento, siguiendo la filosofía de su técnico.

EEUU 1994



En Brasil destacan el escurridizo y contundente Romario y su socio Bebeto, y en Italia Roberto Baggio, autor de goles clave que llevan a su equipo a la final contra Brasil. Bajo un calor infernal que es un riesgo para la salud de los jugadores (pero el horario de la TV europea importa más a la FIFA), el partido tiene pocas ocasiones de gol y termina definiéndose por penales (3-2). El penal que falla Baggio (en el afiche) determina que Brasil sea tetracampeón mundial. Los brasileños muestran un lienzo dedicando el triunfo al piloto Ayrton Senna, fallecido 2 meses antes. Argentina presenta un gran equipo en primera fase que se desmorona tras detectarse doping positivo en Maradona por tomar un antigripal. El ruso Salenko bate un récord al anotar 5 goles a Camerún, pero inmediatamente su carrera decae y termina vendiendo su botín de oro para pagar deudas.   


FRANCIA 1998



Ahora son 32 selecciones las que participan del mundial. Francia, comandada por Zinedine Zidane, llega invicta a la final donde espera Brasil. El astro brasileño Ronaldo, el fenómeno, sufre convulsiones y un desmayo horas antes de la final; demasiada presión a sus 21 años. Finalmente Ronaldo juega el partido pero es una sombra del jugador que marcara 4 goles en los partidos previos. El local Francia vence 3-0 y gana su primera copa. La mayor parte del equipo francés es de origen africano o árabe, lo que hace renegar de la victoria a Le Pen, el racista y xenófobo líder del Frente Nacional (hoy primera fuerza electoral en Francia). La sorpresa del campeonato es Croacia, que en su estreno mundialista (se independizó en 1991) alcanza el tercer lugar y golea 3-0 a Alemania. 

COREA-JAPÓN 2002



Ronaldo viene de dos lesiones muy serias en la rodilla, con operaciones incluidas, y hay dudas en Brasil sobre su participación. Pero su desempeño es soberbio, anotando todos los goles de Brasil en las semifinales (1-0 a Turquía) y la final (2-0 a Alemania) y terminando como goleador del torneo (8 goles). En un mundial donde no se ve fútbol de gran calidad y los arbitrajes a favor de Corea del Sur son escandalosos, Brasil gana todos sus partidos y se corona pentacampeón mundial. Cafú, el capitán, se consagra como el único jugador que ha disputado tres finales de mundial, y emociona al mundo al mostrar bajo la camiseta de Brasil una que dice "100% Jardim Irene", aludiendo al barrio pobre del sur de Sao Paulo donde creció.  


ALEMANIA 2006



Un brillante Zinedine Zidane vuelve a llevar a Francia a la final, dejando en el camino a España, Brasil y Portugal. Allí se encuentra con la ultra-defensiva Italia, que en dramático tiempo extra desbanca al favorito Alemania en las semifinales. Zidane es protagonista de la final. Primero mete un penal picando suavemente la pelota al centro del arco. Luego, en tiempo suplementario, con el partido 1-1, pierde el control por una provocación de Materazzi y le da un furibundo cabezazo en el pecho que genera su expulsión. La segunda final definida por penales esta vez favorece a Italia (12 años antes la perdió ante Brasil) y así conquista su cuarta copa. En un mundial con pocos goles, Ronaldo anota 3 y llega a 15, más que nadie hasta ahora.   


SUDÁFRICA 2010



Las "profecías" del pulpo Paul y las irritantes vuvuzelas copan las noticias, señal de que no hay mucho fútbol ni goles que comentar. La pelota del mundial (Jabulani) toma trayectorias caprichosas, haciendo sufrir a los arqueros. España gana merecidamente el mundial con un fútbol de toque, basado en el equipo y estilo del Barcelona, pero con poca contundencia: todos los partidos de la segunda fase los gana 1-0, incluyendo la final contra Holanda, que pierde así su tercera final. Devolviendo la mano de 1966, a Inglaterra le anulan un gol legítimo contra Alemania. Messi decepciona al no anotar goles en la Argentina dirigida por Maradona, que es barrida 4-0 por Alemania en cuartos de final. El demente líder de Corea del Norte manda a campos de castigo a sus seleccionados por la goleada contra Portugal (7-0). 











viernes, 23 de mayo de 2014

Vivir del rebuzno ajeno (II)

En su editorial del 18 de marzo, El dinero sí crece en los árboles, El Comercio -una vez más- usa a Chile como ejemplo de lo que el Perú debería hacer. Se relame ante las cifras de exportaciones de la industria forestal chilena y se lamenta de que en el Perú, teniendo un enorme bosque Amazónico, con maderas de gran calidad, apenas se explote este recurso debido a las trabas de “la burocracia” (léase las leyes). Al momento de enumerar alegremente los beneficios de establecer concesiones forestales en la Amazonía, el editorialista no se queda corto: más trabajo para los pobres, menos minería ilegal, menos deforestación, y menores efectos del cambio climático. Solamente le faltó decir que mejoraría el rendimiento de la selección de fútbol y disminuiría la disfunción eréctil. Curiosamente, se le olvidó mencionar “más dinero para el empresario forestal que me encargó escribir este editorial”.

A fines de los 70 en Chile habían 200,000 ha de plantaciones forestales. Gracias a cuantiosas inversiones y a subsidios estatales (una muestra del enorme poder del lobby forestal, que tuvo bloqueada en el congreso la ley de bosque nativo por 15 años y que ignora sistemáticamente la normativa ambiental), hoy hay más de 2 millones de ha de plantaciones de eucalipto y pino. Es un negocio muy rentable... para el par de familias que domina el mercado. Junto con ello, se ha arrasado con el bosque nativo, en ocasiones usurpando territorios ancestrales mapuche, se deja sin agua para la agricultura a las localidades cercanas, las que también sufren la contaminación permanente del aire cuando les toca de vecina una planta de celulosa, y de vez en cuando ocurren desastres ambientales. O sea, un esquema ideal: las ganancias me las llevo yo, los costos los asumen los demás. Hasta ahí, nada nuevo, es el trato justo al que todo gran empresario aspira, y es lógico que los emprendedores peruanos quieran emular a los chilenos. Lo que me llama la atención es el argumento de “menor deforestación”. O sea, ¿cuantos más árboles corto, más árboles quedan? Esto es equivalente a proponer combatir la pedofilia dejando más niños al cuidado de sacerdotes. Es claro que cortar una vez el bosque nativo y resembrar -varias veces- con pinos o eucaliptos es mejor que cortar sin parar. El punto es que nadie está cortando sin parar. Hay tala ilegal, por supuesto, y debe perseguirse, pero su magnitud es infinitamente menor a la que ocurriría si los oscuros deseos de estos empresarios se cumplieran. A menudo tratan de vendernos la falacia de la equivalencia entre un bosque de verdad, que llega a su compleja madurez tras siglos de crecimiento, y una simple plantación forestal (“bosque plantado” les gusta decir a ellos). Una plantación es casi un desierto verde, pues muy poca vida animal y vegetal coloniza el sotobosque; además tiene fecha de vencimiento: pasados 20 años llegan las motosierras y sanseacabó. Un bosque, además de los árboles mayores que lo definen, aloja una cantidad enorme de animales, plantas, hongos, y microorganismos, los que forman una red de interacciones difícil de imaginar. Hay que ser muy ignorante o muy malintencionado para pretender convencer al ciudadano lector de que una plantación puede reemplazar a un bosque.
Comenzando por ese ciclópeo ejemplo de probidad financiera y rectitud ideológica que se llama Alan García, en el Perú hay muchos que miran a Chile como un ejemplo a seguir, o un competidor a superar. Ya se ha importado el eficiente mecanismo de estafa de las AFP, y se avecinan más imitaciones (o parodias). Pero conviene recordar que todas esas historias de éxito económico en Chile tienen un lado B que la prensa habitualmente olvida. Detrás de las excelentes cifras de exportaciones de fruta están las estadísticas de tasas de malformaciones al nacer, que son diez veces mayores en las zonas donde las temporeras recogen la fruta cargada de plaguicidas. Detrás de esos magníficos vinos están los casos de pueblos que ya no tienen agua porque las grandes viñas han monopolizado el uso de los acuíferos, y lo mismo ocurre con los poblados cercanos a las explotaciones mineras. Este modelo de desarrollo con altos costos sociales a la larga no puede ser sustentable. Si los líderes políticos y de opinión peruanos quieren imitar a Chile, que comiencen por imitar su policía no-corrupta y sus bajos índices de homofobia. Hoy sería un sueño imaginar un Perú en el que los policías no tuvieran tarifa (negociable a la baja) y las noticias sobre iniciativas de unión civil y homosexualidad no estuvieran plagadas de comentarios homofóbicos e ignorantes (lo primero consecuencia de lo segundo).
Para terminar, un bonus-track.
En su editorial del 7 de mayo, Y ahora… el lobby de los pastrulos, El Comercio dice, respecto a la idea de legalizar la marihuana: “Lo menos que necesita un país que aspira a salir del subdesarrollo es fomentar la dependencia de ninguna sustancia (...) Cultivar esa planta en casa es casi tan peligroso como dejar un arma al alcance de un niño.”
Desconozco si la editorialista acostumbra tomarse un traguito antes de escribir sus columnas (pero llama la atención aquello de “lo menos que necesita” en lugar de “lo que menos necesita”, los significados son muy distintos). Lo que sí sé es que el alcohol es una droga mucho más perniciosa para la sociedad que la marihuana, y no veo campañas histéricas en contra de su status legal y su consumo masivo. Aparentemente importa poco saber que infinidad de palizas a mujeres, y hasta asesinatos, se evitarían si se sacara el alcohol de la escena del crimen; o que innumerables muertes por accidentes de tránsito no ocurrirían si no fuera por el consumo de alcohol. Como argumento, la columnista cita con alarma un estudio que indica que 1 de cada 400 muertos en accidentes de tránsito tenía THC -el compuesto activo de la marihuana- en la sangre. En el caso del alcohol la proporción es 1 de cada 2, y en el segmento juvenil llega a 2 de cada 3. Que se quede tranquila, los ejemplos pasados de Holanda y Colorado (y lo mismo ocurrirá con Uruguay) desmienten el anuncio del armagedón post-legalización. Finalmente, el comentario de que la plantita en casa es casi como dejar un arma al alcance de un niño me dejó perplejo. No sé, es probable que, por su casta ignorancia de la hierba, la columnista confunda la planta de marihuana con las plantas carnívoras gigantes de las películas (2:59 en adelante). En cualquier caso, no será la última confusión o disparate que nos regale el decano de la prensa peruana. Salud por eso.


sábado, 17 de mayo de 2014

Vivir del rebuzno ajeno (I)

El ex-presidente chileno Sebastián Piñera quería pasar a la historia por sus obras y su supuesto carácter de estadista, pero no será así. A falta de millones de seguidores, tendrá que encontrar consuelo en sus millones de dólares. Lo que sí perdurará es un libro que recoge lo que los ciudadanos siempre celebraron durante su gobierno y no quisieran olvidar: sus metidas de pata. El libro de las “Piñericosas” -un éxito de ventas- es un compendio de frases desafortunadas y deslices del pobre Piñera, que nunca aprendió a quedarse callado. Las Piñericosas incluyen escribir una frase con origen nazi en el libro de visitas del palacio presidencial de Alemania, lamentar el “marepoto” que sufrió Chile, mencionar al leopardo en la fauna nativa chilena, rendir honores póstumos a un escritor que está vivo, declararse admirador “del escritor Willem Dafoe” (no es que el actor de Pelotón sea también escritor, él quiso decir Daniel Defoe), comentar que Robinson Crusoe fue un personaje real, señalar que con la bandera han “cubrido” los féretros de mártires, confundir al canelo con el laurel como el árbol sagrado de los mapuche, hablar de “los planetas de nuestra galáctea”... y un largo etcétera. En realidad los editores del libro se la llevaron fácil. Era cuestión de sentarse a esperar la siguiente torpeza de Piñera, anotar, imprimir, encuadernar, y listo: a cobrar.
Algo parecido se puede hacer con los editoriales y columnas del Diario El Comercio. A menudo uno se encuentra con atentados contra la lógica, flagrantes omisiones de la historia, argumentaciones falaces para defender los intereses de los grandes empresarios (en nombre de los intereses del país), o simple demencia. Estas perlas llaman al comentario fácil y es lo que voy a hacer ahora, sin mucho esfuerzo por seleccionar artículos (en todo caso, yo no soy el único que se entretiene de esta manera). A los lectores chilenos de este blog les parecerá que estoy hablando de El Mercurio, lo que no es mera coincidencia. Para no hacerla tan larga, dividiré la columna en dos partes. Como hasta Piñera podría notar, esta es la primera parte (la segunda parte la subiré la próxima semana).

En su editorial del 17 de marzo ¿Un Chile a la europea?, El Comercio comenta el supuesto error de Bachelet de tomar medidas contra la desigualdad en Chile, como elevar los impuestos, pues eso limitará la libertad económica que -según ellos- es la explicación del “milagro chileno”. Añaden que ese giro a la europea, apuntando a un estado del bienestar, condenará a Chile al estancamiento como ha condenado a la vieja Europa. Terminan diciendo que el Perú debe aprovechar ese error chileno para quitarles el liderazgo económico en la región. 


¿Estuvieron de vacaciones en Papúa Nueva Guinea y no leyeron nada sobre las causas de la crisis? Nacida en EEUU y con repercusiones globales, particularmente en Europa, la crisis se originó justamente por la desregulación del mercado financiero, que permitió la especulación salvaje sobre esas entelequias llamadas “instrumentos derivados”. Los pocos países (como Islandia) que resolvieron la crisis con dignidad y justicia, es decir, sin rescatar a los banqueros culpables y sin castigar a los ciudadanos de a pie (lo que hicieron EEUU y España), resolvieron que el mercado no podía nunca más estar tan desregulado. Si Chile y el Perú se libraron de los efectos de la crisis fue sobre todo porque sus economías dependen del hambre de metales del monstruo chino. Pero más importante es tener claro cuál es el modelo de país al que se aspira. Si hay que guiarse por los índices de desarrollo humano y calidad de vida, es claro que es mejor idea vivir en Canadá o Suecia, antes que en EEUU. Entre otras razones, porque nadie te va a tirotear en el colegio porque sí, ni serás asaltado si te equivocaste de salida en la autopista y terminaste en un ghetto, y a ningún chiflado se le ocurre discutir la enseñanza de la evolución en la escuela. Pero (horror) en Suecia y Canadá el estado es fuerte y los impuestos son altos para mantener la inclusión social y el bienestar de todos, los privilegiados y los desfavorecidos. Según la mirada de El Comercio, están condenados. Pues que revisen las cifras, porque la clase media canadiense hoy gana más que la estadounidense (después de descontar impuestos). En todo caso, esta defensa de la libertad económica (de los grupos de poder) que hace El Comercio ya la hemos visto antes, y no es tan fundamentalista como parece. La libertad les encanta cuando compiten con rivales más débiles. Pero cuando el rival es fuerte, claman inmediatamente a papá-estado por salvaguardias, subsidios, y dólares a precio especial. 


Pretender que la lucha contra la desigualdad es una tarea postergable, que no les afecta a los que hoy están bien, es no entender nada de nada. Para los que creen que todos los problemas de un país se solucionan con crecimiento económico e ingreso per cápita, les recomiendo ver esta charla TED del académico británico Richard Wilkinson. Allí se demuestra con cifras que el principal predictor de los males de una sociedad (violencia, drogadicción, embarazo adolescente, obesidad, etc.) es la desigualdad y no la pobreza/riqueza. Chile es una muestra de ello. Redujo en 20 años como ningún país en el mundo las cifras de pobreza heredadas de la dictadura de Pinochet (de 40% a 12%), todo un ejemplo. Pero la desigualdad no ha hecho sino crecer, y entonces es el país líder en Latinoamérica en alcoholismo juvenil, enfermedades psiquiátricas y obesidad, entre otras desgracias. De hecho, rankea muy bajo en el índice de felicidad; o sea que los chilenos, percibidos como exitosos, se declaran poco felices. Cómo no van a sentirse insatisfechos, si viven en una sociedad donde el modelo enseña que lo importante es el bien a consumir y no el sentirse bien. Y siempre habrá alguien con más y mejores bienes que tú, a quien puedes pasar a odiar sin mayor trámite. Parte de esta podredumbre se dejó ver en los saqueos post-terremoto 2010. Las medidas de Bachelet, a quien el movimiento social vigila de cerca para que cumpla sus promesas electorales, apuntan a evitar una catástrofe futura.


A estas alturas ya nadie puede discutir que lo que genera la riqueza en las naciones es el capitalismo. Pero sin un control desde el estado, el abuso de los poderosos se convierte en ley. Y tarde o temprano estalla la revuelta contra la injusticia y la desigualdad, sea en forma de revolución visible o de degradación social "invisible". Estas no son consignas ultra que se gritan en marchas de sindicatos de profesores o en asambleas de estudiantes universitarios. Son opiniones que firman Thomas Piketty, el economista más influyente hoy, y el mismo Paul Krugman, que entre otras cosas es Premio Nobel de Economía. Pero para El Comercio apostar por reducir la desigualdad es un error, una pérdida de tiempo y recursos. Para qué, si el problema no les afecta, creen ellos . Sí, porque ellos, y los que aplauden estos editoriales desde sus posiciones de privilegio o arribismo, se creen a salvo, igual que el rey en la canción de Sui Generis. Y lo seguirán creyendo incluso después de que -en Miraflores, Breña, o San Juan de Lurigancho- ese asaltante los apunte con una pistola al salir del banco, o ese chofer de taxi se baje con un fierro a romperles el parabrisas del auto... porque no entienden nada. Esas son escenas comunes en nuestros países desiguales, pero no ocurren en Canadá ni en Suecia, países ricos, pero tampoco en Cuba, un país pobre. Es la desigualdad, estúpido.

domingo, 13 de abril de 2014

Contra la tradición

Camino por las estrechas calles del centro de La Serena y me topo, como cada año en esta época, con muchachos y muchachas que parecen escapados de una película de zombies. No, no se trata de uno de esos flash-mobs con los que la juventud últimamente nos muestra con entusiasmo los efectos del exceso de horas frente a una pantalla y de tiempo libre. Visten harapos sucios y pintarrajeados que a menudo dejan ver la ropa interior, tienen el pelo y rostro manchados con pintura y polvos varios, están descalzos, y apestan. A menudo pasan frío y casi siempre pasan vergüenza. Son las víctimas del “mechoneo”, el bautizo a los que recién ingresan a la universidad en Chile. Están en las calles porque para recuperar sus zapatos y mochilas, retenidos por los oligofrénicos de segundo año que comandan el evento, deben mendigar monedas durante horas para obtener unos 20-30 dólares con los cuales pagar el rescate de sus bienes. O sea que, después de vejarlos, ensuciarlos con betún o pintura, rociarlos con vinagre u otros compuestos químicos cuyos efectos sobre la piel desconocen (como desconocen casi todo lo cognoscible), obligarlos a meterse a “piscinas” llenas de agua barrosa e inmundicias (basura orgánica, restos de animales) y amarrarlos en una cordada que arrean como lo hacían los tratantes de esclavos, les cobran una tarifa. En algunas carreras en los últimos años ha asomado, tenuemente todavía, el brillo de la razón. Y entonces han dejado de lado ese espectáculo salvaje, triste y sublevante, que los estultos verdugos ocasionales encuentran divertido y creativo. Pero muchos siguen celebrando el festival del abuso y la humillación, a pesar de que a lo largo de los años se ha cobrado varias vidas. Cuando uno lee la opinión de los que defienden la barbarie, superando las barreras de ortografía y redacción que protegen al texto de ser entendido, a menudo se encuentra con el argumento de la tradición: lo hacemos porque siempre se ha hecho así. Es decir que no lo hacen porque esté bien -no niegan que esté mal- pero es suficiente justificación el señalar que cumplen con un rito ya instalado en la vida universitaria.
Es una tradición, dicen. La coherencia con el pasado los legitima, suponen. Error. No se trata de una tradición histórica que nos remonte a las primeras universidades fundadas en el continente, entre los siglos XVI y XVII. Se trata de una costumbre copiada de los procedimientos que ocurren en recintos militares alrededor del mundo. Lo vemos en las noticias cada cierto tiempo, cuando en uno de esos bautizos se les pasa la mano y la víctima termina lisiada o sin vida. Ya Vargas Llosa noveló en La Ciudad y los Perros su experiencia en un colegio militar de Lima, y las escenas del bautizo son bastante explícitas. Así como el herpes genital se escapa de las prisiones abarrotadas y alcanza a la sociedad civil, la insana costumbre de maltratar y humillar a los ingresantes escapó de los regimientos e infectó a las universidades. Sería demasiado pedirles a los militares que razonaran al respecto, ya se sabe que la inteligencia militar es un oxímoron, pero supongo que sí es legítimo reclamar que en los claustros universitarios -y apelando a las leyes de Newton- se imponga la fuerza de la razón sobre la inercia de las costumbres. 
Aceptar que una tradición -por más incivilizada y malsana que sea- prevalezca sobre la razón es equivalente a la imagen de Homero Simpson golpeándose una y otra vez la cabeza contra el marco de una puerta, y aullando de dolor, sin corregir sus movimientos. Porque si es cuestión de seguir las tradiciones, entonces las mujeres no debieran tener derecho a voto, los terratenientes ricos debieran tener el derecho de violar a las hijas de sus trabajadores, y las personas nacidas en Africa debieran ser llevadas como esclavos a trabajar a América. Si todo eso (casi) ya no ocurre es porque ha ocurrido una evolución de las sociedades, un progreso, que ha sancionado como inaceptable lo que antes era tomado como normal. Los espartanos, tan admirados por su valor y disciplina para la guerra, vivían en una sociedad en la que los niños que nacían con algún defecto físico eran lanzados desde la cima del monte Taigeto, y donde los nobles una vez al año salían de cacería de esclavos. Sus vecinos atenienses, más ocupados en meditar que en mutilar, más inteligentes y menos militares, nos legaron la democracia, la idea de una sociedad sin esclavos, y buena parte de la civilización occidental. No fue tarea sencilla, porque -entre otros- un tal Platón y un tal Aristóteles habían defendido la esclavitud como justa, natural y necesaria, pero poco a poco se impuso la razón. Algo parecido ocurrió con la iglesia católica, que pasó de debatir arduamente si los indígenas americanos tenían alma a condenar la discriminación racial urbi et orbi, y que dejó de quemar vivos a los que pensaban distinto para simplemente afirmar que arderán en el infierno una vez muertos. Ahora sólo falta que los curas abandonen la tradición de manosear niños. El mismo Abraham Lincoln pasó de afirmar en 1858 “I am not in favor in bringing about the social and political equality of the white and black races” a abolir cinco años después la esclavitud que sostenía la prosperidad en las plantaciones del sur (y morir asesinado por eso). El mensaje es que se puede progresar. La tortura fue por siglos un instrumento judicial perfectamente legal, hasta que poco a poco -empezando a mediados del siglo XVIII- los humanistas lograron que se convirtiera en un delito que hoy se persigue en todo el mundo (salvo que se cometa en Guantánamo).
El maltrato animal es otro fenómeno anclado en la tradición. El pueblo más trabajador y civilizado de España, el catalán, ya prohibió las corridas de toros. Pero en Madrid los sectores más conservadores y cavernarios de la sociedad siguen llamándole fiesta brava al triste espectáculo de torturar a un animal. Es risible leer la torpe defensa de la tauromaquia que hacen personajes que -en cualquier otra circunstancia- están en las antípodas de esa ideología, como el moderno Mario Vargas Llosa o el progresista Joaquín Sabina. Hasta no hace mucho tiempo en la localidad de Manganeses de la Polvorosa, en la España profunda, se celebraba la fiesta de San Vicente lanzando a una cabra desde el campanario de la iglesia. Cuando se comenzó a denunciar este salvajismo pasaron a recibir a la desdichada cabra en una manta y así evitar que se reventara en el suelo, de acuerdo a la tradición; pero luego se prohibió del todo arrojar al animal y ahora lanzan un gran peluche: la fiesta sobrevive y la cabra también. Algo parecido ha ocurrido con el Yawar Fiesta de los Andes del sur del Perú, en el que amarran un cóndor (el mundo andino original) al lomo de un toro (el mundo occidental invasor). Tradicionalmente el toro moría desangrado a causa del suplicio (o incluso atacado con explosivos desde abajo), y si el cóndor moría era augurio de desgracias para el pueblo. Actualmente es cada vez más común que -después de un rato- se separe a los animales, que así sobreviven a la fiesta. Se puede ser un poco más civilizado. 
Las tradiciones tienen un principio, en un tiempo del que no se tiene memoria, y -por más despistadas que parezcan- pueden encontrar su final. Como las bacterias y los virus, también pueden mutar en versiones evolucionadas; ya lo hemos visto en el caso del maltrato animal. Incluso nos llegan tradiciones nuevas desde el extranjero, casi siempre por razones comerciales, como el Halloween o la Fiesta de la Cerveza. Más recientemente -al menos en Chile- está llegando la celebración del Saint Patrick's day (o Día de San Patricio). Es curioso, porque fuera de un par de pubs y el apellido del libertador O'Higgins, no se ve nada irlandés por estas latitudes; si uno pregunta por la colonia irlandesa lo más probable es que termine en una farmacia comprando un perfume. Por supuesto que hay tradiciones que no le hacen daño a nadie y pueden verse hasta con simpatía, como las pelucas ridículas de los jueces ingleses, el vestir de morado en octubre por el Señor de los Milagros en el Perú, o la divertida y despilfarradora tomatina valenciana. Pero si son tradiciones o costumbres dañinas o denigrantes, es mejor que se extingan. Si la resistencia al cambio no tiene una base racional hay que combatirla como a la malaria. Cuando el médico húngaro Ignaz Semmelweis le dijo a sus superiores en el hospital de Viena que los médicos debían lavarse las manos antes de atender los partos, su proposición fue rechazada con vehemencia, los médicos se sintieron muy ofendidos: siempre lo hemos hecho de ese modo, ¿cuál es el problema?. El problema que Semmelweis había observado era que la tasa de muerte de las madres durante los partos (después le llamaríamos septicemia puerperal) era de 1 de cada 10 si las atendían matronas y de 1 de cada 3 si quienes atendían a las parturientas eran médicos, los que -entre otras tareas- manipulaban cadáveres en la morgue. Hizo experimentos y mostró que la mortalidad podía bajar a 1 de cada 100 si se aplicaba el lavado de manos, pero no pudo luchar contra lo establecido, las ideas fijas, y la arrogancia de sus colegas. Ignaz Semmelweis, pionero de la antisepsia, un procedimiento que ha salvado millones de vidas, merecía la gloria en vida pero solamente recibió desprecio y acoso laboral. Lamentablemente para Semmelweis, que moriría apaleado en un asilo para enfermos mentales antes de cumplir 50 años, los descubrimientos de Pasteur sobre los gérmenes -confirmando sus ideas- llegarían poco después de su muerte. 
Cuando los chicos o chicas zombie me piden dinero en la calle no se los doy, no quiero colaborar con el sistema del abuso. Solamente los miro con una mezcla de conmiseración y reprobación, y alguna vez, si han insistido, les he dicho que no deben permitir que les hagan eso. Y es que la rebelión individual es, además de justa, posible. Yo lo tuve que hacer dos veces, hace muchos años, cuando todavía tenía pelo e ilusiones, ya que ingresé a dos universidades diferentes en Lima. Es cierto que, como a todos los "cachimbos", solamente pretendían cortarme el pelo; poca cosa, comparado con lo que se ve hoy en Chile, pero no lo iba a permitir. La primera vez, en la Universidad Cayetano Heredia, usé como argumentos disuasorios una piedra de respetable tamaño en cada mano (estaba espalda con espalda con el otro muchacho de pelo largo del grupo). Salir ileso no fue difícil porque estaba al aire libre y al enemigo le pareció mejor idea buscar víctimas propiciatorias con menor capacidad de defensa. La segunda vez, en la Universidad de San Marcos, las cosas no pintaban nada bien. Estaba acorralado en una sala de clases, con la horda de bestias bramando justo afuera de la única salida posible, con las tijeras en ristre, y habiendo ya martirizado a los dos primeros que se atrevieron a salir. Era como esas posiciones de ajedrez que dicen “mate en tres jugadas” y uno -por más que se resista con rabia y exprima su cerebro buscando alternativas- finalmente tiene que aceptar que en tres jugadas llegará el jaque mate. Le dejé mi mochila a mi enamorada de entonces (el lado bueno del machismo: a las mujeres no les hacían nada) y salí con los puños y dientes apretados gritando desaforado como si estuviera poseído por una legión de demonios. Toda mi energía estaba puesta en gritar e infundir miedo. Entonces dudaron un segundo al ver a aquel demente con la cara roja y los ojos desorbitados al que apenas le faltaba botar espuma por la boca, y aproveché ese segundo de vacilación para identificar el sector menos compacto de la ronda de verdugos. Salté en esa dirección mientras repartía puñetes en remolino y apenas atravesé la barrera humana corrí a toda velocidad. No volteé a ver si me perseguían, corrí hasta salir de la universidad y seguí corriendo hasta llegar al paradero del microbús en la Av. Grau, donde la gente ya me miraba con preocupación porque así corrían los ladrones que frecuentaban la zona. Nadie me persiguió.
Las tradiciones, como el papel de regalo, están hechas para romperse.