domingo, 29 de abril de 2012

La cuadratura del círculo

- Juanito, ¿en qué trabaja tu papá?
- Es abogado, señorita.
- ¿Y el tuyo, Susanita?
- Es ingeniero, señorita.
- ¿Y el tuyo a qué se dedica, Silvina?
- Es médico, señorita.
- ¿Y el tuyo, Jaimito?
- Él baila en el caño en un boliche gay...
- ¿¿¿Cómo???? - pregunta la maestra sorprendida.
- Si, señorita, baila vestido de mujer, con una tanga cola-less de lentejuelas. Los hombres lo acarician y le ponen billetes en el elástico de la tanguita.
Luego y si se da ... , se va con uno de ellos por algunos pesos.
Y algunas veces se va de fiesta con dos o tres negros, que es lo que más le gusta.
La profesora rápidamente les pide a los otros chicos que salgan del
aula, camina hasta Jaimito y le pregunta:
- Jaimito, ¿tu padre realmente hace eso?
- No señorita. Ahora que no hay nadie se lo puedo decir...... Mi viejo
es SENADOR. Pero me daba vergüenza decirlo.

Después del último post, en medio de un océano de comentarios de la muchedumbre de seguidores que tengo en Facebook, me preguntó Mónica qué se podía hacer frente al dilema de seguir votando (o no) en las elecciones para un congreso poblado por sujetos que son ineptos, corruptos, holgazanes, o todas las anteriores. O sea, los despreciables reyezuelos del post. De manera general, la pregunta -creo- apunta a la confianza que se puede tener en la democracia cuando sus representantes a ser elegidos, son una fuente de desconfianza, basada en una montaña, o más bien una cordillera, de evidencias. Evidentemente, no tengo la respuesta a esa pregunta, que es casi como pedir la receta para la cuadratura del círculo. Si la tuviera no me dedicaría a lo que me dedico, y ya estaría dando charlas alrededor del mundo, cobrando muchísimo por minuto a cambio de decir generalidades una y otra vez, como tanto gurú de moda, o ya sería el profeta líder de una secta religiosa, probablemente polígama (sólo para el lìder, obviamente), y con costosas donaciones puntualmente voluntarias de los fieles. Pero el no tener la respuesta a esa pregunta no es excusa para no decir algo, así que no voy a evadir la responsabilidad histórica de responder a esa masa de incontables lectores que espera que con mis palabras todas sus dudas se profundicen hasta hacerse insondables.


Somos el resultado de dos proyectos exitosos que ojalá no lo hubieran sido: la conquista española y la religión católica. Si quieren buscar las raíces de nuestros males, allí están. Si somos flojos, hipócritas, egoístas, desleales... es porque eso es lo que nos enseñaron los fundadores de la patria y los predicadores del convento. Obviamente, sus enseñanzas fueron por sus obras y no por sus palabras, añadiendo la inconsecuencia al rosario de defectos que nos hicieron ser lo que somos. Mientras un oriental o un quechua acostumbran trabajar de sol a sol, 360 días al año, y han encontrado en la laboriosidad un sentido para sus vidas, nosotros orientamos nuestras vidas al descanso (feriados, fines de semana largos, vacaciones). Mientras ellos asumen el problema del otro como propio, porque el concepto de comunidad es lo que les ha dado estructura a lo largo de siglos, nosotros hemos aprendido que si puedes hundir al vecino, mucho mejor, porque el éxito es una medida individual. No robes, no mientas, no seas ocioso; ésas eran las máximas de la cultura Inca, y seguramente encontraremos sus análogos chinos, japoneses o tailandeses. Hoy nos quejamos de los políticos que son ladrones, mentirosos y holgazanes, pero esos pillos no cayeron de una nube o los trajo un platillo volador. Son productos de nuestra sociedad, la copia mil veces perpetrada del perfil del individuo creado por los modelos vigentes, por lo que sus nombres y apellidos cambian en el tiempo pero las conductas son las mismas. Y sus pillerías son equivalentes a las del poblador miserable que roba en un supemercado o a las del cajero que se queda con la recaudación municipal. Son lo mismo y -después de negarlo mil veces antes las cámaras o jueces (porque son mentirosos)- finalmente se justifican de la misma manera: “si otros lo hacen por qué yo no”. Ése es el cáncer, el modelo sociocultural que ahoga a la mayoría de intentos de iniciativas honestas o elevadas. Además, las instituciones funcionan como filtros perfectos que depuran a los que no responden al perfil. No avanza en la jerarquía de un partido político quien sea veraz a ultranza y no esté dispuesto a transar convicciones por beneficios, no progresa en la jerarquía eclesiástica aquél que denuncia los atropellos de los poderosos o los manoseos de los pederastas, el funcionario que denuncia las mafias de evasión de impuestos en las pequeñas o grandes empresas rápidamente pasa a ser cesante, el juez que imparte justicia por igual, sin dejarse influenciar por el poder político o económico, jamás llegará a la corte suprema (así, con minúsculas). 


Con todo esto quiero decir que no es posible soñar con políticos honestos y trabajadores si antes no se le quiebra la columna vertebral al modelo sociocultural -muy influenciado por el modelo económico- que sanciona o premia nuestras conductas. Hay excepciones, por supuesto. En Uruguay, los ex-Tupamaros que hoy tienen cargos políticos (parlamentarios, ministros, alcaldes) donan entre el 50% y el 80% de su sueldo mensual a obras sociales, y así aportan significativamente a la construcción de un nuevo país. Pero son pocos, y provenientes todos de esa moral de guerrillero de izquierda que nos supera largamente.  Muy distinta a la moral del jefe del partido comunista chileno, que lamentó hace poco la muerte del sátrapa norcoreano Kim Jong-il, quien compite con Hitler y Stalin en la monstruosidad y magnitud de sus genocidios. Ese cambio fundamental, necesario para pensar en una sociedad menos injusta y menos absurda, requiere de varias generaciones completas de personas que hayan sido educadas de otra manera, no solamente en las aulas sino mirando a sus vecinos y compañeros de trabajo. La carga histórica pesa muchísimo. Un estudio reciente en África muestra que la desconfianza que hoy sienten las personas acerca de sus vecinos, parientes y autoridades locales está correlacionada significativamente con la cantidad de sus ancestros que fueron parte del tráfico de esclavos, que duró 400 años y que en buena parte descansó en la traición y entrega de unos a otros en una misma población.  



En el otro extremo del abanico de prosperidad y confianza están los países escandinavos. Lideran las estadísticas de desarrollo humano, honestidad y hasta los ránkings de felicidad global (desterrando el mito de los ciudadanos ricos pero humanamente miserables), combinando un estado benefactor con crecimiento económico gracias a la predominancia de la socialdemocracia (bueno, algunos tienen reyes; tampoco son perfectos). Cuando EEUU, y todos los países de Europa Occidental solucionaron la reciente crisis económica financiando a los culpables del desastre (los banqueros especuladores) con el dinero de los contribuyentes, en Islandia los metieron a la cárcel y se negaron a pagar la deuda contraída por ellos. ¿Cómo se hace para convertirse en escandinavo, entonces? preguntará alguno. Como ya lo comenté en otro post, la conducta honesta y respetuosa de sus habitantes está basada en que la mayoría actúa así, desde siempre, y se sanciona negativamente a los que delinquen o pasan por encima de los derechos del otro. Todo lo contrario a lo que pasa en estas latitudes, en las que presidentes estafadores y congresistas vendidos al lobby empresarial son elegidos una y otra vez, y donde la conducta de aprovecharse de una situación, pasando por encima de las normas, se sanciona positivamente como “viveza criolla” día a día. No se me ocurre otra solución que mirar hacia la educación primaria, apuntando a cambiar la cultura de los niños. Pero señalar la vía no significa que sea posible. Es una tarea muy difícil, casi utópica, cuando los educadores están mal pagados (en Finlandia ser maestro está entre las profesiones mejor remuneradas) y todo intento de levantar el paupérrimo nivel de la enseñanza se estrella contra las mafias de los sindicatos de profesores que se niegan a la evaluación de calidad. Y luego habría que ver cómo hacemos para que sobrevivan esos niños nuevos, bien formados en cultura y valores, en esta sociedad depredadora. En fin, nada simple. Suena como montar una empresa exportadora de las peras del olmo. Pero comencé diciendo que estábamos hablando de la cuadratura del círculo.

Como recomendación concreta, pienso que se podría iniciar una campaña de “Sueldo mínimo para los congresistas”. Sólo entonces serán creíbles sus declaraciones de que se dedican a la política por “servicio público” y no para llenar sus arcas y las de sus amigos. De seguro el sueldo mínimo aumentaría considerablemente, en todo caso.



1 comentario:

  1. Hay q reconocer q en Islandía, sigieron al pié de la letra lo que dice la Internacional Socialista y que notoriamente no tienes claro el porqué de la crisis sub prime, ya que no fue por os banqueros, si no por las inmobiliarias

    el resto, perfecto

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