sábado, 23 de abril de 2011

Matasanos y doctores

A mi amigo Fernando le gusta preguntar a los médicos que no lo atienden bien "Ud. no es doctor, no? Digo, es médico, eso se ve, pero doctorado no tiene, no?". Al margen de ser rigurosamente cierto (un médico, incluso con especialidad, no necesariamente ha obtenido el grado académico de doctor), eso implica que Fernando ya no podrá volver a esa consulta, a menos que quiera poner en riesgo su salud. Pero eso también implica que se ha arrojado algunos gramos en el platillo más alto de la balanza de la injusticia con la que la sociedad mira a los médicos. Es verdad que no son los únicos doctores apócrifos, también existe esa mala costumbre dentro de las huestes de abogados y dentistas, pero no hay profesión más sobrevalorada que la de ser médico. Tuve compañeros de carrera a los que su madre nunca les perdonó que no estudiaran medicina. Hay algo de arribismo y mucho de ignorancia en todo esto, pero lamentablemente es la opinión de la mayoría. Bien lo sé yo, que apenas dije que quería ser biólogo no hubo pariente cercano o lejano que no sugiriera con tono de te-estoy-arreglando-la-vida "y ya que te gusta la biología, por qué mejor no estudias medicina?". Y uno tenía ganas de responder, "y ya que te gusta tu esposa, por qué mejor no te acuestas con tu cuñado?".

Yo estudié en una universidad en la que estudiantes de biología, odontología y medicina compartíamos patio, matrículas usureras y profesores mediocres. Uno de los primeros desengaños al iniciar la carrera fue descubrir que la mitad de mis compañeros en realidad querían ser médicos, pero no les alcanzaba el puntaje. Hubo uno que incluso dejó la biología para seguir odontología... porque quería estudiar medicina. Nunca entendí esa estrategia de ser lo que no querían ser pero contentarse con mirar de cerca a los que sí podían serlo. Bueno, dije que era biólogo y no psicólogo o sociólogo, sabrán perdonar. La ventaja de haber estudiado en esa universidad es poder haber convivido con los médicos desde que eran cachorros inofensivos. Así que fui testigo de cómo ellos se fueron convirtiendo de campechanos en petulantes, de muchachos sencillos en hombres soberbios. Rápidamente adquirieron la costumbre de andar con la bata blanca para todos lados, a pesar de que sólo se usaba en un par de actividades de laboratorio a la semana. Cuando vieron que algunos biólogos replicaban la conducta de la bata-piel, entonces se colgaban el estetoscopio del cuello, incluso para ir a almorzar; ese aparatito de mecanismo tan simple tenía la potente capacidad de distinguirlos de la plebe.

Algunos argumentos que he escuchado para justificar esa sobrevaloración y la réplica:
*Trabajan salvando vidas - También los bomberos, los policías y los (valga la redundancia) salva-vidas. Eso sí, más vidas salvan los paramédicos y las enfermeras. La mayoría de las muertes en la población son por enfermedades simples de tratamiento igualmente simple (el gran porcentaje de mortalidad infantil, por ejemplo, está en resfríos mal cuidados y deshidratación por diarrea).
*Estudian muchos años - Cualquier profesional que haya cursado, aparte del grado básico de licenciado, una maestría y un doctorado habrá estudiado muchos años más que un médico.
*Es un trabajo muy especializado - No más que el de cualquier otro profesional competente. Saber manejar un láser quirúrgico demanda la misma práctica y precisión que saber usar un láser industrial.
*Es la más noble de las profesiones - Es cierto que es intrínsecamente más noble que muchos oficios que en sí mismos son algo deleznables, como el ser matarife (crueldad), abogado (mentira) o notario (cobrar sin trabajar). Pero también es cierto que la nobleza la tiene, o no, el ser humano. Como ejemplo, acordarse de los médicos que supervisaban el ritmo de las torturas en las dictaduras de Pinochet o Videla, o de los médicos nazis que hicieron su aporte de sadismo a esa barbarie.

Hace unos años tuve que ir al urólogo por un doloroso asunto de cálculo renal (no era una piedra sino una estrella ninja lo que tenía en la uretra y que me hizo ver a Judas calato bailando una diablada). Cuando terminó todo, con su mejor tono catedrático-arzobispal me dijo que evitara los lácteos, vamos, la receta clásica. Con la deformación escéptica que tengo por ser investigador científico, consulté las bases de datos electrónicas por los últimos artículos sobre el tema publicados en revistas internacionales. Tas leer media docena de artículos, todos recientes, me quedó claro que no debía evitar los lácteos porque la recurrencia de cálculos renales era mayor. Algo muy parecido me pasó hace poco con otro médico que, para corregir mis bajos niveles de movilidad espermática (perdonen la intimidad, no se preocupen que no habrá material gráfico) me recetó un antibiótico para una hipotética bacteria que podría estar causando el problema. Pues bien, artículos recientes evidencian una correlación positiva entre el uso de ese bendito antibiótico y la inmovilidad espermática. ¿Son acaso estos dos señores unos pésimos profesionales a los que habría que quemar en la hoguera o al menos denunciar por mala praxis? No. Son sólo médicos que repiten lo que les dijeron sus profesores en la facultad o lo que dice el libro de texto editado en 1990. No les alcanza el tiempo para actualizar sus conocimientos porque, ente otras razones, tienen que correr entre los varios trabajos que tienen para poder mantener a su familia y a su status. Son simplemente profesionales, como muchos de nosotros, con aciertos y fallas, pero que gozan de un trato privilegiado por parte de la sociedad.

Para terminar (porque la idea de los posts diarios era que fueran más cortos):

A fin de cuentas, ir al médico hace bien. Le hace bien sobre todo a ellos, que se enriquecen cobrando lo que no se debe, pero también a uno. Y es por las mismas razones por las que hace bien rezar en silencio, dar alaridos en éxtasis y con banda sonora como los evangélicos o ser visitado por un chamán o un médico brujo: el fantástico -pero real- efecto placebo. Esta más que comprobado científicamente que si un médico te da una pastilla de azúcar y tú crees que es un analgésico... el dolor disminuye. El cerebro hace maravillas con los estímulos que recibe, pero ese ya es otro tema. El punto es que, gracias al efecto placebo, visitar al médico es útil, siempre que no sea un asaltante con licencia. Ah, y recuerden, no son doctores.


2 comentarios:

  1. La idea de que los medicos no son, o no suelen ser, doctores, ademas de un hecho comprobable es una circunstancia que se puede aprovechar para poner a estos profesionales mas cerca de la tierra y de los errores mundanos, como ha hecho Ernesto aqui con su caracteristica ironia. Pero tambien se puede aprovechar para reflexionar que poco impacto tiene la ciencia en la sociedad, que poco sabe la gente lo que es investigar y lo que hace un cientifico. Un medico estudia, pero no investiga. Un doctor ha tenido que investigar para obtener su doctorado. Es una diferencia tan basica como la que hay entre un clavo, que se mete en la madera a martillazos, y un tornillo, que requiere que le den vueltas con un destornillador...
    Como cientifico, me gustaria que la sociedad entendiera mejor mi profesion... en parte porque como cientifico en una institucion publica es la sociedad la que me me paga el salario.

    Fernando, el que debe cambiar de medico con frecuencia

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  2. A propósito de eso, hace un par de días leí una estadística tan escalofriante como contundente. Preguntaron a la gente de a pie en 6 países (Argentina, Venezuela, España, Panamá, Brasil y Chile) su opinión sobre la ciencia. En Chile, país donde vivo y soy científico, a la pregunta "¿Es prioritaria la inversión en Ciencia y Tecnología para el país? La respuesta fue No en un 100% (más de mil personas encuestadas). Y cuando preguntaron sobre la utilidad de la ciencia en general, el 31.4% opinó que "la ciencia no tiene ninguna utilidad" (Fuente: http://www.anip.cl/articulo/santiago-tiene-sed-de-ciencia/). Así que, mi querido Fernando, en España, país donde vives y eres científico, la cosa difícilmente pueda ser peor. En todo caso, ya sabemos que mal de tontos, consuelo de muchos. El problema es que somos pocos.

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