El Veco fue un periodista deportivo uruguayo que llegó a
la televisión peruana en los 80. En aquellas épocas (mundiales de fútbol de
Argentina 78 y España 82) la selección peruana clasificaba a los mundiales, lo
que me generó a mí –y a toda una generación– la falsa idea de que no se trataba
de un hecho milagroso y por lo tanto irrepetible. El Veco se distinguía entre
sus colegas peruanos porque usaba correctamente el castellano, no decía perogrulladas
con tono de descubrimiento trascendental, y su cultura general superaba el
nivel escolar. Tenía algunas frases características, como “oído a la música”,
cuando anunciaba algo importante, “se cayó la estantería”, cuando el resultado
de un partido había sido muy sorprendente, y “abuelito, ¿qué hora es?” para
comentar declaraciones disparatadas de alguien que aparentemente no estaba en
sus cabales. En estos días me he acordado de esta frase del uruguayo al leer la
columna de Vargas Llosa (Piedra de Toque) del mes pasado.
El Nobel de Literatura ha criticado amargamente las afirmaciones
de Paul Krugman, Nobel de Economía, respecto al oscuro futuro inmediato del
sistema económico español, manejado por ese mentiroso compulsivo llamado
Mariano Rajoy. Es como si a Krugman se le antojara corregir los ensayos de
Vargas Llosa sobre García Márquez, Flaubert o Víctor Hugo. La insolencia del
escritor fue un poco más allá, al señalar que habría que ignorar a Krugman, y
escuchar más bien lo que decía el presidente de Telefónica. O sea, el profesor de Economía
y Política Internacional en la Universidad de Princeton y, repito, Premio Nobel
de Economía, sabe menos sobre tendencias económicas que el mandamás de la
empresa que ha tenido como emblema a ambos lados del océano la evasión de
impuestos, sobornos, conductas monopólicas y abuso del cliente. Estamos
acostumbrados a que Vargas Llosa, extremista del pensamiento neoliberal,
crucifique todo lo que huela a estado benefactor y socialismo, y pontifique
todo lo que se asemeje a iniciativa individual y capitalismo. Así se explica su
apoyo a Piñera en Chile y Rajoy en España. Pero esta vez creo que se ha
extralimitado. Más allá de opiniones políticas o credos ideológicos, sus
palabras denotan un divorcio de la razón que me parece preocupante. Pero no es
un caso aislado. Hace algunos meses escribía un panegírico sobre Gamarra, el
emporio de comercio textil informal de Lima, sumándose a las voces de los
pequeños empresarios que se quejaban de las trabas estatales a sus
emprendimientos individuales. No decía una sola palabra sobre la monumental
evasión de impuestos que estos comerciantes perpetran a diario y la explotación
semi-esclavista de los operarios, consecuencias ambas de la ausencia de
fiscalización del estado sobre la codicia ciega, inherente al capitalismo, que
manda recortar gastos y maximizar ganancias. Aparentemente a MVLL no le
inquieta que allí no se cumpla la ley; si no hay regulación estatal y reina el
capitalismo salvaje, bienvenido.
Vargas Llosa es un gigante de la literatura y su Premio
Nobel fue más que merecido, ya lo he comentado en este blog, pero sus opiniones
políticas, nacidas del uso de anteojeras ideológicas y que a menudo son de una
ingenuidad casi infantil, minan su enorme prestigio como pensador. Roguemos a
los dioses que siga escribiendo esas magníficas novelas y deje de lado su rol
de opinador delirante, para que no tengamos que decir otra vez, como El Veco, “abuelito,
¿qué hora es?”.
No creo que la opinión política de MVLL sea ingenua. MVLL se proclama defensor de la democracia y de los derechos humanos, pero su discurso es totalmente sesgado. En su defensa por los derechos humanos agrede fervientemente los gobiernos venezolanos, boliviano y argentinos, todos ellos gobernados por partidos de “izquierda”, pero raramente hace críticas sobre gobiernos neoliberales o de “derecha”. Por ejemplo, dice que le causa indignación ver al antiguo presidente Lula apoyando y teniendo negociaciones con Fidel Castro, a quien MVLL considera un dictador y asesino (http://zoevaldes.net/2010/03/08/lula-y-los-castro-mario-vargas-). Sin embargo, no le causa indignación apoyar a un gobierno neoliberal, como el de Álvaro Uribe, que ha sido responsable del asesinato de más de 2000 personas falsamente acusadas de terroristas. MVLL ha aplaudido la gestión de Uribe y lo destacó en el pasado encuentro en Perú de la Federación Internacional de La Libertad.
ResponderEliminarOtro ejemplo es el apoyo que el escritor ha dado abiertamente al “Tea Party”. Utilizando un discurso populista, el escritor da su respaldo a un movimiento que es protagonizado por grandes grupos empresariales que sólo buscan que sus intereses económicos no sean afectados (http://elpais.com/diario/2010/10/24/opinion/1287871212_850215.html). Y así se pueden encontrar muchos otros ejemplos en el internet, por esto MVLL ya varias veces ha sido catalogado de fascista. Esperemos que su” rol de opinador delirante” no se convierta en proselitismo político, que es lo más preocupante.
Coincido con tu opinión sobre el lamentable currículo político de tan extraordinario novelista. Ah, lo que quise decir con "ingenuo" no era inocente, sino superficial, simplón, elemental, falto de agudeza. Y es que cuando se pone las anteojeras de opinador, MVLL se olvida de todos los matices.
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