domingo, 7 de agosto de 2011

Visca Catalunya

¿Qué hace distintivos a Barcelona o a los catalanes en general? La respuesta dependerá de los gustos, inclinaciones, o prioridades de cada uno. Si se elige el camino de las artes, se podrá mencionar a un arquitecto genial que reinventó el volumen o a un cantautor que escribió la banda sonora de nuestras nostalgias más entrañables. Si se pone el foco en la historia, y entonces en la Guerra Civil y su rol como bastión de resistencia contra las fuerzas fascistas, es inevitable mencionar que Barcelona fue la primera ciudad en la historia que sufrió un bombardeo masivo de su población civil, durante dos años; o recordar que, luego del triunfo de las fuerzas de Franco con el apoyo alemán e italiano, miles tuvieron que huir a pie y en pleno invierno a través de los Pirineos, protagonizando una penosa epopeya de muertos de frío y familias separadas para siempre. Una mirada más prosaica seguramente llevará a hablar de la laboriosidad de los catalanes, su habilidad para los negocios, y su proverbial aversión al gasto. Pero sin duda que en los últimos años la palabra Barcelona se ha asociado al fútbol, y con mucha razón.

El F.C. Barcelona es la máxima expresión del fútbol que se haya visto jamás. Esto no sólo lo dice este humilde servidor, en su calidad de fanático irredento del fútbol, con un respetable (o vergonzoso, según se mire) registro de horas semanales dedicadas a su contemplación, análisis o lectura, sino también un número importante de periodistas deportivos con muchos años encima, y lo mismo opina mi amigo Tabaré, un lúcido octogenario que –entre otras condecoraciones– estuvo detrás del arco en el que Alcides Gigghia convirtiera el segundo gol de Uruguay en la final del mundial del 50, consumando el Maracanazo. Con este Barcelona de Messi, Xavi e Iniesta, atrás quedaron leyendas como el Santos de Pelé en los 60’s, el Ajax de Cruyff en los 70’s, e incluso míticas selecciones mundialistas, como el ballet húngaro del 54 y la naranja mecánica holandesa del 74 (ambas liquidadas en la final por la maquinaria germana), y hasta el Scratch de ensueño que ganó el mundial del 70 con cinco jugadores número 10 en la cancha. Creo haber comentado en otro post, a propósito del contrapunto con el Real Madrid, cómo el Barcelona inculca valores a sus jugadores desde que son niños y conviven en La Masía (la casa-escuela). El respeto por la pelota bien tratada, el juego en equipo, la humildad y la disciplina son los pilares sobre los que se apoya un proyecto maravilloso que en los últimos años ha cosechado todos los éxitos posibles. Se trata de una estética letal que no renuncia a sus bases éticas y a su hambre de gloria. Ya muchos cronistas han agotado su capacidad de encontrar adjetivos que describan el juego del Barça, y no abundaré más en el tema esta vez. Pero era necesario poner este antecedente para comentar un video que está circulando por las redes sociales: L’equip petit.

Se trata del Margatània, un equipo de niños catalanes formado por la unión de dos escuelas (Margalló y Cossetània). Aunque en esta entidad deportiva, fundada por las asociaciones de padres y madres, hay equipos de básquet y de fútbol, y en el fútbol hay varias categorías, el protagonista del video es el equipo de Pre-Benjamín B de fútbol 7. Este equipo de camisetas color verde pistacho destaca por su entusiasmo incombustible, su actitud modelo hacia la práctica del deporte, la simpatía de sus niños, y por su absoluto fracaso deportivo en cuanto a resultados. En la temporada pasada no solamente perdieron por goleada todos sus partidos, sino que recibieron un total de 271 goles en contra, logrando apenas anotar un gol (en el último partido), lo que fue celebrado por ellos como un triunfo olímpico. No se trata de un experimento de masoquismo infantil que apunta a destruir psicológicamente a esos pequeños catalanes. Es un proyecto con un declarado énfasis en aspectos formativos y no en los resultados. Para que funcione, y los niños no sean unos deportistas frustrados, cuenta con el apoyo constante e incondicional de los padres y madres, y un entrenador fantástico, quienes se toman las derrotas como un juego y alientan sin desmayo a los niños. Es conmovedor ver su entusiasmo infantil, totalmente al margen de las cifras que resumen sus partidos, y su genuina inocencia al describir y analizar las causas de ese repetido desastre. El Margatània es la otra cara de la moneda del F.C. Barcelona: el mismo apego a los valores fundamentales del deportivismo pero con el resultado exactamente opuesto. No ganan nunca y celebran siempre. El corto en sí (L’equip petit) no me gusta mucho, porque los realizadores han generado un guión donde hubiera quedado mejor, más fresco, una secuencia de declaraciones espontáneas. Pero este tono impostado que por momentos se aprecia no niega la autenticidad de la historia que documentan y que ha permitido a medio mundo conocer a ese equipo maravilloso de niños encantadores. Como el Barça, el Margatània es un ejemplo que reluce de manera particular en estos tiempos de exitismo desbocado en los que todo se vale para ganar, incluyendo el soborno (a jugadores, árbitros y comisionados FIFA), y la derrota es la antesala de la violencia.

¿Es una coincidencia que ambos equipos de fútbol, el Barça y el Margatània, estandartes de los valores esenciales del deporte, sean catalanes? En el libro El fútbol a sol y sombra de Eduardo Galeano, publicado en 1995, la dedicatoria dice así: “Las páginas que siguen están dedicadas a aquellos niños que una vez, hace años, se cruzaron conmigo en Calella de la Costa. Venían de jugar al fútbol, y cantaban: Ganamos, perdimos, igual nos divertimos “. Supongo que a nadie le sorprenderá saber que Calella de la Costa, una pequeña localidad costera, está situada a unos 50 km al norte de la ciudad Barcelona.




3 comentarios:

  1. El futbol y este simpatico equipito nos recuerda la capacidad que tenemos para complicar las cosas. Y lo que es peor, a poner el carro delante de los bueyes! Lo de dar patadas a una pelota deberia ser algo ludico tanto de hacer como de ver. Y casi tan divertido ganar que perder... no se bien como, pero se nos ha ido olvidando algo tan sencillo como importante. Nos obstinamos en medir el exito siempre por las mismas reglas y nos perdemos lo mejor. Y el futbol, ademas, es un juego en equipo. Y por obsesionarnos con ver quien gana, nos perdemos las maravillas de la coordinacion (para los que lo vemos desde fuera) o las de la camaraderia (para los que lo ven desde dentro). No es casualidad que quien mejor nos puede recordar las virtudes de darle patadas a una pelota sean precisamente los niños, y no los jugadores galacticos del mejor equipo porfesional del mundo. La magia de algunos equipos es que no se pierda este espiritu con los años de la plantilla. Y el Barça parece que lo logra...

    Fernando Valladares

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  2. Muy bien dicho, Fernando. Y para seguir cerrando círculos, aquí la opinión de Eduardo Galeano sobre Messi: "Yo creo que Messi es el mejor del mundo porque no perdió la alegría de jugar por el hecho simple de jugar. En ese sentido no se profesionalizó. Messi juega como un chiquilín en su barrio, no por la plata."

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  3. Qué lindo lo que escribió el colega... me encantó. Casi tanto como el posteo del autor (aunque no diré cuál me gustó más :P)

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