Faith - that's another word for
ignorance, isn't it?
Dr. House
Toda religión tiene cosas
curiosas, divertidas de mirar, y cosas terribles, abominables. Dentro de las
cosas más divertidas de la religión católica está el asunto de la infalibilidad
papal. Este es un dogma, es decir que es una verdad que se acepta sin discusión
posible. Todo católico de bien debe aceptar sin oposición el hecho de que el
Papa no se equivoca. En realidad, el dogma específicamente indica que el Papa
no tiene la posibilidad de equivocarse, ni aunque haga su mayor esfuerzo,
cuando está hablando de asuntos de fe y moral al resto de la iglesia católica
(cuando habla ex cathedra). O sea que si en ese momento –pleno sermón
dominical en la Basílica de San Pedro– un mayordomo sale al balcón y lo distrae
con una pregunta (“¿Gana el Milan o el Napoli?”), y el pontífice gira la cabeza
para contestar, digamos, “el Milan”, es posible que gane el Napoli, pero cuando
enderece la cabeza y vuelva al discurso en el que dice que los condones son la
causa del SIDA en África, entonces ya todo lo que diga es absolutamente cierto.
Lo que pasa, explican sin ruborizarse los catequistas, es que para eso el Papa
cuenta con la ayuda del Espíritu Santo. Ah, así cualquiera. Porque si el dichoso Espíritu Santo pudo
embarazar a una virgen, ya puede hacer cualquier cosa. Lo que me llama la atención es que, con tanto
poder, y tan duradero, nunca se le haya ocurrido terminar con la miseria en el
mundo o con el cáncer infantil. Volviendo al tema, las cosas se pueden poner
muy entretenidas si un buen día al sumo pontífice se le ocurre decir ex
cathedra la siguiente frase: “No soy infalible”, pues para creerle (no
olvidar que estamos obligados a hacerlo) tendríamos que creer en lo contrario
de lo que ha dicho. O sea, como él es infalible, es entonces forzosamente
verdadero que él no es infalible. Pero ¿cómo es posible que sea verdad al mismo
tiempo una afirmación y su negación? Es magnífico, un placer para el paladar de
los amantes de las paradojas. Es algo parecido al problema lógico-filosófico
que tanto atormentaba a Bertrand Russell: que los elementos que no pertenecen a
ninguna clase por eso mismo constituyen una clase. Más interesante todavía es
saber que esa escena imaginada alguna vez ocurrió realmente, teniendo como
protagonista a Juan XXIII, el “Papa bueno”.
Lo curioso es que la
infalibilidad pontificia –instaurada en el Concilio Vaticano I en 1870– no se
aprobó por unanimidad. Fue paliza (435 a 2) pero no fue decisión unánime, y hay
que considerar además que muchos obispos huyeron del Vaticano días antes de la
votación para no aceptar lo inaceptable, pero tampoco oponerse en público.
Sabia decisión, porque posteriormente los opositores al dogma fueron
excomulgados. Así, Pío IX fue el primer Papa infalible, los anteriores no lo
eran, y todos los que le siguieron, sí. El problema en el que gratuitamente se
mete esta gente es el de justificar ese absurdo. Quedaría más elegante si
dijeran “porque me da la gana y yo mando”. Pero no, se ven en la obligación de
recurrir a –no hay más alternativa– la Biblia, y ahí sí que es difícil contener
la risa. Copio a continuación las citas bíblicas en las que, oficialmente, se
basa el dogma de la infalibilidad papal. Algunas traen hasta comentario “clarificador”.
§
Jn 1:42; Mc 3:16 («Y le llevó donde Jesús. Jesús,
fijando su mirada en él, le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan. Te llamarás
Cefas”, que quiere decir ‘piedra’».).
§
Mt 16:18 («Y yo a mi vez te digo que tú eres
Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Infierno no
prevalecerán contra ella»;
§
Jn
16:13 («Cuando venga
él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa»).
§
Jn
14:26 («Pero el
Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi
nombre, se los enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho»).
§
Jn
21:15-17 («Dice Jesús
a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?”. Le dice él: “Sí,
Señor, tú sabes que te quiero”. Le dice Jesús: “Apacienta mis corderos”».
Jesucristo repite esto tres veces).
§
Lc 10:16 («Quien a ustedes escucha, a mí me
escucha; y quien a ustedes rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí,
rechaza al que me ha enviado»).
§
Lc 22:31-32 («¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha
solicitado el poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu
fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos»).
§
1 Tim 3:15 («Pero si tardo, para que sepas cómo
hay que portarse en la casa de Dios, que es la Iglesia de Dios vivo, columna y
fundamento de la verdad»).
§
1 Jn 2:27 («Y en
cuanto a vosotros, la unción que de él habéis recibido permanece en vosotros y
no necesitáis que nadie os enseñe. Pero como su unción os enseña acerca de
todas las cosas ―y es verdadera y no mentirosa― según os enseñó, permaneced en
él»).
§
Hechos 15:28 («El Espíritu Santo y nosotros hemos
decidido no imponeros más cargas que estas indispensables»; en este caso los
discípulos de Jesús hablan como si hubieran decidido con el Espíritu Santo).
§
Mt
10:2 («Los nombres de
los doce apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro»; Pedro es primero).
§
Mt
28:20 («Y enseñándoles
a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros
todos los días hasta el fin del mundo»).
La justificación sería igual de contundente si hubieran copiado una página de la guía telefónica.
Cuando uno mira ese absurdo monumental,
y tantos otros (como eso de que Dios es uno y trino, o sea una persona y tres
personas al mismo tiempo, pero dos de las personas son iguales a Dios aunque no
iguales entre sí) se pregunta quién es el culpable. El primer sospechoso en la
lista es como siempre Saulo de Tarso (San Pablo para los amigos). Al fin y al
cabo, ese fanático paranoide es el responsable de buena parte del espurio soporte
textual de una iglesia basada en tergiversar lo que Jesús dijo e inventar lo
que no dijo. Pero no, Pablo es inocente esta vez. No sé exactamente si fue el
primero de todos, pero uno de los próceres del “pensamiento paraconsistente” es
San Pedro Damián, nacido el año 1007. Lo que este señor nos dice, en pocas
palabras, es que el principio de contradicción (o sea, que algo y su opuesto no
pueden ser ciertos al mismo tiempo) se aplica a todos los campos de lo humano,
todos, pero no aplica a Dios. Voilà. Cuando metemos a Dios en el asunto, hay
carta blanca para pisotear la razón porque…es Dios. Y en Dios los opuestos
coinciden. Listo. Ahora vale todo.
Cuatro siglos después de San
Pedro Damián, en la misma línea (circular), Nicolás de Cusa nos dice que Dios
es lógicamente trascendente, o sea, está más allá, plus ultra, y no hay
en él perfecciones que se excluyan. En la lógica paraconsistente se admite que
Dios posee en alto grado propiedades mutuamente opuestas, que no se excluyen…
por ser Él lógicamente trascendente. Si no lo entiendes, es porque es un
misterio que sólo Dios entiende, y no pretendas ser Dios. Deja de molestar con esa razón, tan humana y tan pedestre,
tan altanera, y entrégate con humildad a lo divino, que no se entiende sino se
recibe, con gozo celestial y con vida eterna. Deja de pensar, niño, que el
hecho de que el cura te manosee es maligno o se contradice con lo que dice en
el sermón el domingo; el cura, inspirado por Dios, te da la comunión y entiende
esa contradicción, y entonces sabe por qué es bueno que te toque esas partes
que tus padres –simples laicos– te han dicho que nadie debe tocar. Es el
misterio divino que trasciende a la razón humana.
San Pedro Damián, hay que
decirlo, no era un mal tipo. Le gustaba meditar en soledad y socorrer a los
menesterosos. Se opuso en su tiempo con vehemencia y elocuencia a dos plagas irreductibles
de la iglesia romana: la simonía (money changes everything; se pagaba
por el perdón de los pecados y se pagaba por ascender en el escalafón eclesial)
y la incontinencia (cardenales y obispos con dificultades para mantener su
miembro viril dentro de la sotana). La historia reciente nos muestra que esas
plagas gozan de excelente salud, con los casos de los curas Maciel en México y
Karadima en Chile, perfectos ejemplos de conjunción de pederastia y poder
económico, el que a menudo deviene en patrocinio de la jerarquía vaticana (a Marcial
Maciel lo beatificó Juan Pablo II y a Fernando Karadima lo protegió el cardenal
de Santiago). Nuestro defensor de la paraconsistencia no era un mal tipo, digo,
pero permítanme sospechar de la salud mental del muchacho, considerando que a
poco de entrar al convento benedictino… “para lograr dominar sus pasiones
sensuales, se colocó debajo de su camisa correas con espinas y se daba azotes”
(Fuente: www.ewtn.com).
Y ya que hablamos de la simonía, quisiera
citar algunas perlas del tarifario de indulgencias (Taxa Camarae) que el Papa
León X promulgó con el noble fin de perdonar los pecados a cambio de dinero:
1. El eclesiástico que incurriere en pecado
carnal, ya sea con monjas, ya con primas, sobrinas o ahijadas suyas, ya, en
fin, con otra mujer cualquiera, será absuelto, mediante el pago de 67 libras,
12 sueldos.
2. Si el eclesiástico, además del pecado de
fornicación, pidiese ser absuelto del pecado contra natura o de bestialidad,
debe pagar 219 libras, 15 sueldos. Mas si sólo hubiese cometido pecado contra
natura con niños o con bestias y no con mujer, solamente pagará 131 libras, 15
sueldos.
12. El que ahogase a un hijo suyo, pagará 17
libras, 15 sueldos, y si lo mataren el padre y la madre con mutuo
consentimiento, pagarán 27 libras, 1 sueldo por la absolución.
14. Por el asesinato de un hermano, una hermana,
una madre o un padre, se pagarán 17 libras, 5 sueldos.
15. El que matase a un obispo o prelado de
jerarquía superior, pagará 131 libras, 14 sueldos, 6 dineros.
(Fuente: Pepe Rodríguez
(1997). Mentiras fundamentales de la Iglesia católica.)
Aunque no lo parezca a ojos
pesimistas, y subsistan desigualdades vergonzosas, los hechos indican que la
humanidad progresa. La esperanza de vida se ha duplicado en la mayoría de los
países en los últimos siglos. La mortalidad infantil sigue cayendo. Cada vez se
persigue menos a las minorías raciales y sexuales. Las mujeres ya no son
personas de segunda clase. Se acabó la esclavitud legal. Hay cada vez menos
vocaciones sacerdotales. Ahora los tiranos genocidas pueden ser juzgados y
condenados por tribunales internacionales. Entendemos los fenómenos naturales y
biológicos como nunca antes. La comunicación entre las personas es más barata y
rápida que nunca. Hay cada vez más restricciones para los fumadores. El acceso
a la información es cada vez menos elitista. Todos estos avances se han logrado
en base al conocimiento. Quien crea que la lucha contra los prejuicios y la
discriminación está únicamente en el campo de la ética, se equivoca. Los
conocimientos científicos son una munición contundente para destruir las falsas
creencias de superioridad, inferioridad, o inocuidad. La humanidad ha avanzado
gracias al uso de la razón. Por eso es tan peligroso exponer a los niños a nociones
oscurantistas como ésa de que al hablar de Dios la razón ya no aplica, y no
poder entender es lo que te corresponde, pero no por eso debes dejar de
obedecer. La validez de la razón no puede tener excepciones. El error sólo
puede conducir al progreso cuando se ha identificado como error. La religión le
tiene pánico al conocimiento porque con su luz desaparece el brillo de
cualquier ser mitológico, y entonces su poder sobre los hombres y mujeres se
extingue. Hasta ellos mismos dicen que Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso
por probar el fruto del árbol del conocimiento.
No faltarán los que
voluntariamente decidan renunciar a la inteligencia y seguir creyendo en ese
ser superior tan misterioso. Allá ellos. Son libres de hacerlo (así como antes
uno no era libre de no hacerlo). Para seguir con la fábula de los árboles
frutales, si un día me pierdo en la montaña en compañía de ellos y al borde del
desfallecimiento por hambre vemos un árbol con frutos que podrían ser venenosos,
tal vez ellos esperarán una revelación divina que les indique si deben o no
comerlos, mientras repiten, inflamados de fe, el famoso salmo (“El Señor es mi
pastor, nada me faltará”). Yo observaré si los animales los comen (me refiero a
los frutos) y –de ser posible– identificaré a la familia botánica del árbol y
recordaré las propiedades de los metabolitos secundarios de esa familia. A ver
a quién le va mejor.
Con la iglesia hemos topado, amigo Sancho...
ResponderEliminarNunca entendi por qué con la iglesia no hay que entender, solo estar iluminado por una fe que te lleva a levantar catedrales (hermosas y gigantes) a expensas de maximizar la desigualdad (pobres trabajadores vs. obispos y prelados) ... Siempre me quedé con las ganas de ir a la salida de alguna misa en una mañana de domingo y preguntarles a los vecinos de mejor aspecto, y ya que hablamos de dogmas, ¿Que tal la transustantacion hoy? ¿Funcionó bien el cambio de ADN y Triticum vulgare -hostia- y Vitis vinifera -vino- se transustanciaron bien en Homo sapiens -Jesucristo-? De pequeño, cuando iba a misa (mas bien como quien va a un museo a observar cosas viejas) pensaba que era una bonita metáfora... ahora como adulto, no solo me horroriza constantar que la vida sexual de los curas, solo un poco mas regulada que la de los demas cristianos, destroza la vida de las personas, sino que me desanima pensar que no es una metáfora, que como dogma incuestionable que es, la transustanciacion dice que Triticum y Vitis se convierte en Homo, y eso no es una imagen simbolica, es un dogma, y creerselo, un acto de fe... me pregunto si esos convecinos saben que esto es asi, o creen, como yo cuando era pequeño, que es una metáfora... me pregunto si tener fe no es mas que ponerse una venda en los ojos para no ver lo obvio. Y lo obvio no es solo que Triticum y Vitis no se convierten en Homo (cualquier analisis genetico revelaria que siguen siendo Triticum y Vitis tras el sacramento de la eucaristia) sino que la iglesia católica que predica el amor al projimo y la compasion con los pobres tiene uno de los mayores bancos del mundo y que la riqueza desproporcionada de las altas jerarquias eclesiasticas se financia precisamente por esos pobres (las donaciones de los ricos, aunque llamativas, suponen un porcentaje pequeño de las riquezas de la iglesia), que reciben a cambio la fe, y, solo algunos afortunados, un cuenco con sopa caliente si pasan cerca de un centro de acogida... hay que estar muy mal para ponerse esa venda voluntariamente... lo triste es que muchos han nacido con esa venda puesta y no saben que se puede quitar.
Amén.
EliminarGracias por el aporte.
De niño yo iba a misa sin entender casi nada, simplemente me llevaban. Al crecer y recibir clases de religión comencé a entender lo que allí se hacía, y me aburría ferozmente. Mi principal interés era esperar que llegara el saludo de la paz, no para confraternizar con el vecino, sino porque significaba que faltaba poco para que todo terminase. Sabía que primero venía el cobrador, luego las campanitas (en la consagración), y luego la paz.
No te creas, colega.
EliminarCuando yo andaba por el mal camino escuchaba las conversaciones de otros jóvenes más vendados que yo (en los tiempos en que pertenecía a la pastoral juvenil... era la cuestionadora del grupo... creo que no les caía muy bien).
Recuerdo claramente a uno de ellos, que después de conversar mucho rato con el cura acerca del milagro de la fusión de Triticum y Vitis, dedujo entre las felicitaciones del prelado, que en el momento de la comunión no sólo recibía a su dios, sino que se CONVERTÍA en él. Yo los escuchaba medio espantada... un lástima, era simpático el chico.
Después llegó el autor de este post y me puso en la senda correcta.
Saludos herejes,
Mónica
Me acorde del problema del Mal de Epicuro. Otra inconsistencia insoslayable
ResponderEliminarPor favor, Alejandro, comparte tu conocimiento de ese tema conmigo (y con los otros 3 o 4 lectores del blog).
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