Hoy es miércoles. Y como el que viene saliendo de un tratamiento contra la eyaculación precoz, haremos el intento.
Una de las ramas por las que me fui al meditar sobre esto del blog tiene que ver con la fidelidad a uno mismo. Es difícil determinar cuándo somos fieles y cuándo nos traicionamos. Por ejemplo, si un día cualquiera, tras larga reflexión e introspección por los meandros de mí mismo, como un Marlow por el río Congo, estoy convencido de un propósito (escribir un blog que nadie lee cada miércoles y cada sábado) y llegado el día (ya no tan cualquiera, es miércoles o sábado, esto es evidentemente un comercial), tras lúcidos análisis llego a la conclusión de que en el fondo no quiero hacerlo, que no es auténtico forzar esa disciplina de la creación (con perdón de los creadores), ¿estoy siendo fiel a mí mismo o me estoy traicionando? ¿Quién es más yo, el de hoy o el de hace unos días? No es un asunto de flojera simplemente (no es el caso de mañana comienzo a salir a correr y mañana no llega nunca). Creo que la respuesta es sí y es no. Y no estoy evadiendo. Ya lo dijo con mucho desparpajo antes Walt Whitman (Song of Myself):
“Do I contradict myself?
Very well then I contradict myself,
(I am large, I contain multitudes.)”
Esto de alguna manera se complementa con lo que nos dejó como arenga en voz baja Henry Miller (Sexus), otro epicúreo genial:
Escribí esto escuchando el concierto de Vivaldi para dos mandolinas. Y en la mañana me fui a trabajar escuchando El Asesino de la ilusión de Leusemia. No creo que sea una contradicción que Antonio Vivaldi y Daniel F hagan que se me apriete el corazón el mismo día.
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