miércoles, 11 de noviembre de 2009

Promesas y traiciones

Ha pasado mucho tiempo desde el último post. Ha sido un tiempo de reflexión, sobre si seguir o no con el blog, encontrarle un sentido. Tal vez mis dos o tres lectores ocasionales, esos que llegaron buscando otra cosa, ya creen que este es otro blog abandonado. No es así. Vuelvo, como un político de gira por provincias, para prometer sin escrúpulos. Por ejemplo, habrá dos post por semana. Un miércoles y un sábado. Nada más y nada menos. Es que se necesita un poco de orden en todo. Hasta en una orgía hay que tener cierto esquema general del desarrollo de los íntimos acontecimientos. Hasta los anarkos u okupas tienen que hacer turnos para usar el baño.
Hoy es miércoles. Y como el que viene saliendo de un tratamiento contra la eyaculación precoz, haremos el intento.
Una de las ramas por las que me fui al meditar sobre esto del blog tiene que ver con la fidelidad a uno mismo. Es difícil determinar cuándo somos fieles y cuándo nos traicionamos. Por ejemplo, si un día cualquiera, tras larga reflexión e introspección por los meandros de mí mismo, como un Marlow por el río Congo, estoy convencido de un propósito (escribir un blog que nadie lee cada miércoles y cada sábado) y llegado el día (ya no tan cualquiera, es miércoles o sábado, esto es evidentemente un comercial), tras lúcidos análisis llego a la conclusión de que en el fondo no quiero hacerlo, que no es auténtico forzar esa disciplina de la creación (con perdón de los creadores), ¿estoy siendo fiel a mí mismo o me estoy traicionando? ¿Quién es más yo, el de hoy o el de hace unos días? No es un asunto de flojera simplemente (no es el caso de mañana comienzo a salir a correr y mañana no llega nunca). Creo que la respuesta es sí y es no. Y no estoy evadiendo. Ya lo dijo con mucho desparpajo antes Walt Whitman (Song of Myself):
“Do I contradict myself?
Very well then I contradict myself,
(I am large, I contain multitudes.)”
Esto de alguna manera se complementa con lo que nos dejó como arenga en voz baja Henry Miller (Sexus), otro epicúreo genial:
"Every day we slaughter our finest impulses. That is why we get a heartache when we read those lines written by the hand of a master and recognize them as our own, as the tender shoots which we stifled because we lacked the faith to believe in our own powers, our own criterion of truth and beauty. Every man, when he gets quiet, when he becomes desperately honest with himself, is capable of uttering profound truths. We all derive from the same source. There is no mystery about the origin of things. We are all part of creation, all kings, all poets, all musicians; we have only to open up, only to discover what is already there."
Escribí esto escuchando el concierto de Vivaldi para dos mandolinas. Y en la mañana me fui a trabajar escuchando El Asesino de la ilusión de Leusemia. No creo que sea una contradicción que Antonio Vivaldi y Daniel F hagan que se me apriete el corazón el mismo día.


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